sábado, 21 de febrero de 2009

sin dejar huella

puedes buscar un trabajo que te ayude a sentirte mejor,
seguro y satisfecho, productivo,
o conseguir dinero y poner un negocio que duplique
la inversión, y ahorrar y ahorrar y ahorrar, y asegurarte
un futuro con atardeceres de tranquilidad ficticia
y noches en un burdel de alta categoría y desayunos
en restaurantes con vista giratoria o panorámica.
puedes conseguir dinero prestado y endeudarte o
estructurar un magnífico plan para robar un banco,
a un ricachón; no dejar pista y conseguir –o robarte-
lo suficiente para ya no tener que trabajar jamás,
y dedicarte de tiempo completo a viajar por el mundo,
cogerte a todas las viejas que puedas, tener una
placentera y nutritiva alimentación después de
descomunales reventones, y sobornar el aburrimiento
con cualquier bisutería.
nada de lo anterior, sin embargo, te asegurará
la escritura de algo, por lo menos, rescatable.

quién soy yo para cuestionarlo?

no tener un varo, estar bien jodido, tampoco es
condición para lograr una maravillosa página
capaz de rescatarte a ti o a cualquiera que
se sienta como tú;
para lograr, por lo menos, una hermosa página
desesperada.

no?

trabajar-trabajar-trabajar

si fueras capaz de entenderlo. si no fueras egoísta,
orgulloso, vanidoso. si no tuvieras miedo.

en este instante, nublado y gris, como ciertas páginas
deslumbrantes de Pessoa,
miro los árboles moviéndose por el viento,
el polvo levantado por la tarde.
hoy –era necesario- cagué dos veces seguidas y,
no sé tú,
pero yo me siento completamente bien
conmigo mismo:
presiento la inútil exactitud de todas las cosas.

lunes, 2 de febrero de 2009

mosquitos

llueve y los mosquitos se acercan a la pantalla
de mi computadora
se pegan guiados por la luz o la energía,
los mosquitos son perfectamente adaptables
a los cambios climáticos
mientras la gente se preocupa más por
el cambio climático
miedo a la muy probable imposible adaptación
de nuestra especie
a perder las ganancias acumuladas en el banco
a no concluir la tesis sobre
el imposible paisaje de la felicidad del que
habló Platón en su banquete
a la inevitable catástrofe

bebo una cerveza modelo especial, en lata
y fumo un cigarro delicado con filtro
y escribo mientras Brahms resurge a través de los violines
aporía de un lago en mitad de un bosque
y las gotas en la calle siguen atronando el asfalto
una lluvia por momentos lenta, alocada,
y aplasto con un dedo a los mosquitos aferrados
a la pantalla
a los que tratan de picarme

hay quien piensa que
la vida de los mosquitos
es
insignificante
y
no lo es menos
que la nuestra