jueves, 25 de diciembre de 2008

VACA781223

Hoy -puta madre- cumplo treinta años.
Hace mucho pensé que a esta edad
sucederían cosas interesantes, que tendría,
por ejemplo,
varios libros publicados, que habría ganado
una beca, algún premio, que sería maduro.
Habría viajado por todo el mundo.
Estaría viviendo en Europa o en la India.
Pero nel.
Cumplí treinta años y soy más intolerante.
He publicado un par de libros sin relevancia.
No he hecho nada importante en la vida.
No he ganado nada.
Las cosas que antes me prendían, me aburren.
Me da güeva la gente; me da náusea.
Pero me siguen gustando las jovencitas y las mujeres
maduras. Me gusta coger duro, coger porno.
Soy adicto a las mujeres en minifalda.
Soy adicto al tabaco, al alcohol y a las drogas.
Me caga parecerme a mi padre.
Me caga parecerme a cualquiera.
Me cago en cualquier teoría sobre dios.
Me gusta que mi madre me abrace.
Hoy no extraño a nadie.
Tengo un par de amigos que me soportan.
Una mujer hermosa que me espera.
Me gusta coger en cualquier parte.
No me arrepiento de nada.
Nací el 23 de diciembre de 1978 en la ciudad
más asquerosa y chingona del mundo,
donde estoy ahora: el DF.
He pensado no sé cuántas putas veces en el suicidio,
pero soy muy distraído.
Me gusta escuchar música clásica y Pink Floyd.
Ya no juego al fútbol.
De vez en cuando puteo.
Me sigo masturbando.
Me gusta mirar el atardecer sentado en la glorieta
del Ángel de la Independencia.
Me gustan las cantinas y ligarme a las viejas.
Me gusta caminar a solas por el centro de esta ciudad,
entrar en las librerías y tomar vodka en los puteros.
Hoy cumplo treinta años y en realidad las cosas
no son muy distintas a cuando era un chamaco.
Sigo sintiendo miedo, pero es más controlable.
Sigo sintiendo melancolía y deseo.
La vida es una gran chaqueta mental dentro de un sueño
interminable.
La muerte jamás se ha separado de mí.
Mi mujer trae puestas una tanguita roja y está
mojada en la cama.
Cumplo treinta años en una habitación sin tapujos,
al norte de esta ciudad, y los ojos rojísimos
y aliento a tequila.
Hay un chingo de humo.
Tengo la verga parada.
Siempre termino igual.

navidad

la navidad siempre me ha parecido melancólica. trato de evitarla.
me burlo de lo que veo: luces multicolores, gente de compras,
pinos adornados, nacimientos, la ilusión que flota en el aire,
a la que casi todos se entregan.
a pesar de lo jodido que está todo, de que esta sociedad no funciona,
la gente ríe y veo familias felices, amorosos felices, niñas y niños
felices.
me resulta contradictorio y estúpido; y sin embargo doloroso.
pienso en los seres humanos que viven en las calles, pienso en los jodidos,
en las mujeres que llevan en su rebozo un crío y piden limosna,
en la mano de los limosneros, en los enfermos, en los condenados,
en los olvidados,
en cómo son ignorados , en cómo son presa para paliar la dolorosa moralina
de la culpa de los llamados suertudos;
en por qué chingados es así este pedo.,
la navidad es absurda. de niño me gustaba, es cierto.
ahora me parece una porquería.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Grafiti de mujer sobre la cama (I)

Semidesnuda sonríe después de coger,
en tanguita y playera de líneas verdes
con líneas blancas y sobre el seno izquierdo
un ridículo ti amo en manuscrita. Suéter
negro. Brazos doblados tras la nuca.
Está relajadísima.
Parece que se hubiera inyectado morfina.
Su vientre se mueve con tanta parsimonia
y recuerdo a esas perras dormidas en la sombra
de un árbol frondoso, en un caluroso verano.
Pero es otoño y hoy anunciaron la luna llena
más grande del 2008. Es viernes; es diciembre.
Piernas flexionadas, puedo ver su concha,
en esa tanguita de rayas grises y rosas.
La tanga mojada por los fluidos del sexo.
Pienso en las líneas cachondas y angustiantes
de Egon Schile y en viajes de aventón
por las rutas orientales de Uruguay,
comiendo mandarinas y tomando Patricia
negra edición especial y con las mochilas llenas
de ropa y dulces podridos y libros mojados,
buena merca y litros de tinto suelto.
Trae unos aretes de piedra blanca que brillan.
Su rostro tiene algunas muy leves sombras.
Labios húmedos y listos para chupar,
como gusanos, otra vez la carne.
Oscuros ojos verdes capaces de matar
a las bestias más infernales del alma.
La cama donde está acostada tiene
las mismas sábanas azules de siempre.
Su cabello está disperso ahí, entre los días
y las noches, como si un costal de granos
de café se hubiera reventado en el silencio.
Se levanta a tomar refresco. Se soba
las piernas con sus manos de doctora
y se me queda viendo.
Se vuelve a recostar, contemplativa.
Cantan los gallos de la noche.
Hace frío. Se me antoja un trago de tequila.
Carajo, esta buenísima esta vieja.
No sé cuándo, pero ella también ha de morir.
Nada podemos hacer al respecto.
Ni siquiera sobrevivirán estas palabras.
Pero algo quedará de ella, me cae de madres.

jueves, 11 de diciembre de 2008

un sueño dentro de otro sueño

te soñé, te soñé, carajo, otra vez,
no me pasa como antes, pero
pasó, ya sabrás, muy neto
que hasta te confundes –
los poetas chinos lo saben-
nos encontrábamos en
la casa tuya de ese sueño mío
un departamento de principios
del siglo XX
con muchas ventanas y libros
y plantas verdes
y muebles de madera
yo te decía que te estaba buscando
y tú me contestabas que me esperabas
desde hacía tiempo
que sabías que regresaría
y podía tocar tu pelo, sentí tu olor,
otra vez, como tantas veces
y estaba excitado y tú también
y te abrazaba y tú te dabas la vuelta
y te bajabas el pantalón
me decías que desde hacía mucho
esperabas mi regreso
tu piel blanca y eras pequeña
y tocaba tus nalgas
te levantaba la blusa y tocaba
tus senos, otra vez,
el peso de tus senos de sueño
en mis manos de sueño
alguien nos espiaba desde
otra habitación, yo lo sabía
pero nosotros fornicábamos
desesperados
por todos los años que no lo hicimos,
te doblaste hacia adelante
y cogimos, desesperada y tiernamente
tu pelo se movía en tu espalda
sentí tus nalgas frescas en mis piernas
era maravilloso
en un cuarto con cortinas blancas
agitadas por un viento agresivo
quedábamos exhaustos y sudorosos
y nos reíamos y después de vestirnos
yo te decía que no había pasado
un sólo día sin pensar en ti,
que no te había dejado de amar,
te pedía perdón, volvamos
y tú me tocabas la cara, veía tus ojos,
otra vez,
el ámbar despiadado de su bondad
y me decías tú eres el único hombre
al que he amado
y nos abrazábamos lascivos
y me sentía feliz al ver tu sonrisa
de sueño
salíamos del cuarto o el cuarto más bien
desaparecía y aparecía otro
un pasillo donde estaba la mujer
que nos espiaba
llevaba una bata puesta, una bata
que en ese momento supe que era tuya,
aunque era fea
y la mujer estaba enojada y exaltada
yo trataba de tranquilizarla
ella me pedía que te explicara lo nuestro
y yo te decía, espera, no hagas caso,
espera,
la otra mujer insistía y yo le decía calma
que a ti no tenía nada que explicarte
más bien ella no tenía nada que hacer ahí
y le pedí que se fuera
pero tú comenzaste a agarrar tus cosas
tenías que irte, tenías un compromiso
yo sabía que no tenía que dejarte ir
me quería ir contigo
o teníamos que quedarnos de ver
en cualquier otro lugar
un parque una plaza una esquina
una calle, algo para encontrarnos
más tarde,
pero fue inútil, porque era un sueño,
y te fuiste, sin despedirte
y yo me quedé ahí y la mujer seguía ahí,
con tu bata
mirando por una ventana
y yo me sentí triste y después todo cambió
iba en una especie de isla flotante
por el atlántico, cruzando países,
en la isla había gente contenta
no hacía falta nada
había árboles frutales y
botellas de vino y fiesta
cavernas y tipos prehistóricos
pero yo me sentía solo
encontré a un sujeto que según
era Jesús, con una túnica y
saliendo de una caverna
traía unos clavos oxidados en su mano
y me decía que era jodido que jamás
se los hubieran cambiado
y caminaba y desaparecía
de pronto un grupo de música
andina, de perú
y yo pensaba en ti, en que te había
visto y que te habría de encontrar,
otra vez,
entonces me desperté,
sentí el brazo de mi mujer
me abrazó con tanta ternura
y se acomodó en mi costado
llovía y hacía mucho viento
un viento y una lluvia
decembrina y mucho frío
luz de las siete de la mañana
por un rato me quedé pensando
había tenido un sueño hermoso
un secreto entre tú y yo
y supe que tenía que escribirlo
estampar el sueño de un sueño
dentro de otro sueño
aunque no tenga sentido y todo
se vaya a la mierda
como nos pasó a nosotros
y entonces abracé a mi mujer
ella también soñaba y
sentí su calor y su olor de hembra
dormida
y unas terribles ganas de llorar
invadieron mis ojos

kite surfing

no quise levantarme de la cama
todo el día tirado ahí
oyendo cómo entraban y salían
los vecinos
enamorados,
hablaban de cosas
que necesitaban comprar
en el súper
de las prioridades para ese día
del papel de baño que falta
y del jabón
y del insecticida
y se decían sí mi amor
vamos a comer con fulana
hoy?
no mi vida
tenemos que comprar el regalo
de tu hermana
sí mi amor
no te olvides de apagar el ventilador
no gordo,
hay que pagar la renta
sí gorda
después se escuchó el candado
del cancel, se alejaron
y yo me sentí a salvo
de escuchar esas estupideces
necesarias para el amor
de nuestro siglo

traté de masturbarme
sin poder fijar ninguna imagen
en la cabeza
techo blanco mi mente
no podía imaginarme nada
y no pude
tomé un libro y tampoco
me pude concentrar
intenté dormir otra vez
pasaron como diez minutos
después me levanté
me preparé un café
fumé un cigarro
y miré por la ventana
la luz del sol imponente
sobre las palmeras
y las blancas piedras
y esa masa de agua salada
que cubre
la mayor parte de la superficie
terrestre

sonó el celular
y vi en la pantallita
el nombre de una vieja amiga
a la que le debo dinero
no contesté
volví a la ventana
el mar caribe de esta playa
parece una bestia
dormida y hermosa
sobre su líquida espalda
unos tipos en unas tablas
y con un paracaídas
eran jalados por el aire
eran como tres manchas
a lo lejos
parecía que podían
enredarse
o que el viento
en un arranque de locura
los levantaría a varios metros
y después los azotaría
contra la bestia
o quizá los arrastraría
hasta perderlos de vista
para siempre
le llaman deporte extremo
si no lo estuvieran haciendo
se estarían inyectando
cualquier cosa
y estarían arruinados
pero ellos son tipos deportistas
y necesitan eso
para quemar la adrenalina
contenida
y el kite surfing está de moda
y ellos consiguen todo el equipo
que cuesta más de dos mil dólares
y ellos se sienten bien

es un día como cualquier otro
todavía no es invierno
el celular vuelve a sonar
y lo apago

antes de que vuelvan los vecinos
por un rato
abro la ventana para sentir
el aire del norte

sábado, 6 de diciembre de 2008

atardece como un lento alacrán

en esta calle sucede el mundo vestido de paredes grafiteadas
y autos descompuestos y nadie camina por ahí
si a caso una mujer me esperara, una mujer capaz de darlo todo
en esta calle brilla el asfalto en esos pedazos de cristal
migajas de un sueño oscuro
en esta calle hay una mujer con sus dos hijos en la sombra
es inclemente el calor de este verano
son las cuatro de la tarde en mi recuerdo
–las cosas sólo existen cuando se recuerdan-
en esta calle hay perros y gatos perdidos y no les importa
si eres tú o yo o la mujer más buena del mundo
quien camina y es posible la pérdida al doblar la esquina
si acaso una mujer estuviera dispuesta a jugarse todo
a dejarlo todo por mí
en esta calle parece que no sucede nada, pero sucede el mundo,
lentamente,
como suceden los aniversarios o las olas en unos ojos grises
o el odio en unos brazos abiertos
la guerra y la paz también están aquí, imperceptibles, a ciegas
el nombre de cada día habita la calle,
el nombre de cada mes, algunos años
antes esto era selva y sudor de selva y alaridos
antes esta calle no era la línea de la vida en la mano de este mundo
pero, de algún modo, también ya lo era
en esta calle la derrota está borracha y canta a grito abierto
canciones de Agustín Lara o de una banda llamada Los redondos
y me pregunto por José Alfredo, carajo,
y hay quien recuerda una patria del tamaño de otra calle
donde la felicidad dejó de fundar la hipocresía
y trata de cortarse las venas
y también hay quien sólo se da cuenta de lo inútil que es tramar
cualquier venganza contra su destino
y lo acepta como una rola en vivo de un tal Jimi Hendrixs
y simplemente enciende un cigarro y mira
por la ventana las alcantarillas del sol,
y escupe sobre la sangre de la tarde, otra vez la tarde
la fórmula mágica del vacío

jueves, 27 de noviembre de 2008

antes de que el reloj nos vuelva indiferentes

tratándose de ti –como de la vida-, Mariela,
escribo con sudor y semen y sangre
y no me importan los astros.
tendría que escribirte algo hermoso
mucho más hermoso que la puta belleza de los jardines
secretos donde el amor hace sus tranzas con la desdicha,
algo mucho mejor que remar una tarde bermeja
por los sagrados lagos de Chapultepec
o que pasar un fin de semana tirados en una cabaña
de Tepoztlán o que caminar por las rocas
y la estupenda neblina de Cabo Polonio,
pero desafortunadamente he perdido el estilo
y me he convertido en una bestia sentimentaloide y antipática
y todas las palabras bellas sólo me resultan hipócritas
y fáciles,
pero no lo que siento por ti, Mariela, no esta especie
de arrebato surrealista cuando te veo vestida con tan poca tela,
este calor dadaísta incontrolable cuando te acercas a mí
con ese aroma de playas brillantes y soles húmedos
en el hotel de la lujuria
donde esperas ser atravesada por toda mi impaciencia
esas ganas de hacerte el amor en cualquier coche infrarrealista
o futurista -me da igual-
o en la calle minimalista de los sucios corazones olvidados,
o en los baños vulgares de las bibliotecas patafísicas,
sin conceptos, como a ti te gusta, a pesar de mi
enogorrosa manera de no bailar y escupir en los museos.
eres también la triste escritura de mis aeropuertos y
al ritmo de una cumbia arrabalera muy sabrosa
apareces en el llano fondo de mi soledad.

quisiera escribirle a tus ojos con la perfección de esos paisajes abiertos
donde huele a tormenta y la ojerosa luz del sol no se rinde;
un intento así de franco y directo, un golpe crudo y potente
al hígado de nuestro destino -si acaso hay tal-
sin miedo a equivocarme porque se trata de ti
porque tú eres igual de animal que yo y también has sentido que la vida
no vale la pena.
intentarlo como cuando era un mozalbete y me esforzaba por conquistar
a las muchachas de la prepa –si te hubiera conocido en ese entonces-
con versos catastróficamente cursis, pero netos,
cuando supe -cómo no- que yo había venido a perfeccionar el espíritu
del hombre; pero carajo, me aburrió tanto ese maldito juego
que ya no sé, mujer, cómo le hacía.
sólo a veces recuerdo que mi sangre incuba la semilla
de un nuevo amanecer.

ahora sólo tengo este corazón cansado de batallas estúpidas
por subir a la montaña –nunca me di cuenta que la montaña,
cuando era niño, ya había llegado a mí- y no tengo nada interesante
que ofrecerte.
sólo escombros, ojeras, malos pasos, silencios prolongados
y -eso sí- el incendiado polvo de la brama para tocarte hasta los huesos:
sólo entonces me doy cuenta que sigo vivo.

esta tarde me pides que te escriba cosas hermosas
algo así como describierte la escena de una tarde lluviosa
en una plaza empedrada, llena de árboles y vacía.
el amor tiene cosas estúpidas y no me da vergüenza.
te sientes triste y el frío crece como una sinfonía insoportable
entre las palmeras
y a la playa se han acercado los tiburones toro
y tus sueños no se vuelven realidad,
pero eso ya lo sabes.
habitas un lugar que no te imaginabas cuando llegaste aquí;
quizá pensaste que esto duraría pocos meses
y después vendrían otras historias, otras fantasías,
pero siempre pasa así.
uno se va quedando en un lugar y cuando se da cuenta,
bien o mal, han pasado los años.
tus viajes y la soledad donde dormiste muchas veces,
esos encuentros fortuitos con otras pulsaciones fortuitas,
las inevitables despedidas descritas en las últimas líneas
de un diario, a principios del siglo XXI, en un cuarto de hotel,
te ayudan a soportar la oscura incertidumbre del naufragio
de este instante:
el aburrimiento de este siglo,
hoy 20 noviembre sabes que la revolución es pura estafa
y no te tragas esa postura idiota:
tú eres valiente y fraternal y eres perversa y loca y sabia
como el viaje ancestral
de una incendiada procesión huichol hacia el desierto.

mis palabras, Mariela, están heridas por el desencanto y la desilusión.
tú me has ayudado a llegar a casa borracho, tú me has dicho ya basta
y me has arrastrado por la calle a pesar de mis alaridos y has sido testigo
del paulatino derrumbe de mis últimas creencias,
has soportado mis crudas y ahora estás en ese salto mortal
de un tipo cualquiera
cuando el calendario marca 30 navidades
y el gran poema no tiene grandeza y el gran hallazgo es aburrido
y el gran concierto no existe.
has recogido mi llanto y mi desesperanza y las has transformado
en amaneceres esplendorosos sobre la cama,
sin tener nada qué hacer, porque así debió ser todo: sin nada qué hacer
sin movimiento como las piedras
y también has convertido ciertos atardeceres,
donde el sol es una palabra vital y dorada y las nubes
rojasrosasmoradas y el viento
es otro cálido amigo,
mientras bebemos una cerveza y fumamos el vacío en la azotea
y el mar es nuestra imaginación llena de vida y tú sonríes
y, carajo –ya sábanas-, esos ciertos atardeceres
los has convertido en un momento sagrado.
tendrían que durar, por lo menos, un poco más.

te la has rifado conmigo, Mariela, me has aceptado a pesar
de que he sido un pusilánime, te la has jugado y has penetrado
en mi locura como si se tratara de una fiesta,
y sabes que el miedo, solamente, es un bróder mala copa.
has soportado mis demonios, los has aceptado,
y los acaricias con la misma ternura con la que acaricias
a los perros callejeros de cualquier ciudad donde ya no hay fe
ni alegría
y aún así me pides, por lo menos, unas cuantas palabras hermosas.
confías en que haya algo de estrellas en este cosaco
lleno de vicios y cinismo y tristeza
a este tipo que se iría con cualquier otra
y tu belleza me mira desde la cama –el sabor de las uvas
y la exactitud de la sal y el veneno es en tus labios,
tus tiernas manos agresivas al cortar las flores;
y el nombre de las cosas importantes con el mío
en tu voz,
las huellas de tu sangre en otros cuartos y tu sudor,
Mariela, el ácido rumor de tus emociones conquistadas,
y más y más y más delirios para este cerebro adulterado
por los excesos de la vida potencializados por ti-,
tu belleza es posible porque es más alta que todo la historia del arte,
más alta y mejor que todas las composiciones de Bach y de Schumman
más lúdica que todo Mozart,
tus ojos más profundos que el pensamiento romántico
más certeros que las palabras escritas por Cioran
o por un suicida, carajo,
no sé de qué diablos estás hecha
pero me cae que soy un pinche afortunado por haberte conocido
y siento las ratas y los perros sarnosos husmear mi corazón
para encontrar palabras moribundas
y ladran y muerden y tengo rabia
antes de morir y después y ahora y siempre,
aquí o en Nueva York o en cualquier país de maravilla
con la sencilla y silenciosa fuerza con la que surgió el universo
antes de que el tiempo se vuelva en contra de nosotros
y nos vaya envolviendo con el manto de su indiferencia
ahora que todavía sentimos este fuego neto
ahora que todavía sigo aquí y tú estás recostada esperando
algo hermoso, en este cuarto donde brilla el sol,
sólo te puedo hablar con la verdad:
te amo
y digo tu nombre, Mariela,
y sé que acariciarte
al final de esto
me volverá por un instante invulnerable.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

la línea vertical del paraíso

era una jovencita sólo un año
mayor que yo
y solíamos hacerlo en cualquier parte
del mundo, del nuestro
porque los amantes –y los niños-
siempre construyen
su propio universo impenetrable
y se olvidan completamente de todo
no importa la escuela ni aprender
teología, cuando se siente
por primera vez el cuerpo de una
muchachita
cualquier cuestión sobre dios
o sobre nuestra especie
deja de tener la menor relevancia
y se descubre el eje
en torno al cual gira el destino
o la casualidad del hombre
y su derrota
y ella y yo no teníamos miedo
de coger en el coche
en cualquier lugar donde aparcáramos
en las fiestas nos metíamos al baño
en calles y avenidas y callejones sin salida
en parques y azoteas desde las cuales
podía verse –con suerte-
esos hermosos atardeceres defeños
entre montañas y volcanes
siempre, o
casi
siempre ella
llevaba puesta una minifalda
o un vestido apenas siete u ocho centímetros
por debajo de la línea vertical
del paraíso
y de vez en cuando usaba tacones altos
le gustaba alimentar a los perros y gatos
callejeros de la lujuria
usaba escotes lo suficientemente cortos
para decir sí
o no
y nos gustaba ver películas tres equis
en los hoteles de paso,
ella preguntaba en la recepción
¿sirven los canales porno?
y llegábamos con uno o dos litros de
sangre de cristo
y mariguana
y velas
y por un extraño instinto de conservación
guadalupano
las acomodaba por ahí,
en los lugares exactos de la habitación
nuestro pequeño y secreto ritual
nuestro templo de otoños deslumbrantes
y primaveras negras y de inviernos congelados
por nuestro instinto animal de amor
nuestra primitiva manera de
pervertirnos
en la vida

constantemente me sudaban las manos
porque necesitaba tocarla
y calmar la ansiedad con el peso de sus senos
mis primeros encuentros con algo mejor
que la poesía
ella me decía de grande serás un viejo in-
soportablemente promiscuo
un loco in-
so-
por-
ta-
ble-
men-
te
caliente
pero ella quería mis manos agresivas
atacarla donde fuera

a mi lado –me lo dijo alguna vez-,
se sentía libre y capaz de hacer
casi cualquier cosa
como robar y masturbarse en
los equipales de un vips
o de un samborns
cosas pequeñas e insulsas
que me enloquecían
como bajar y subir del auto,
lentamente, en una calle llena de tráfico
dejándome ver hacia el fondo
de sus piernas

con ella supe que hacer el amor era
la única cosa que de verdad valía la pena
y así era
no había nada más antes ni después
sólo encerrarnos en su cuarto
o en el mío,
hasta el anochecer
entre algunos poemas necesarios
y música clásica o Tom Waits, a quien
por cierto descubrimos juntos
alguna vez
el futuro era para nosotros
el vals del siguiente encuentro
nunca me aburrí de verla
nunca me aburrí de sus vestidos
ni de sus maravillosa manera de gemir
su tierna carne y ese sudor
como el verano deshidratando
una naranja
tantos años juntos
tantos años que ahora
sólo vale la pena
recordar

martes, 25 de noviembre de 2008

corren los perros, juegan con las olas

aunque estés muy borracho
bajo un cielo incendiado de azul
y deslumbrante como
un automóvil recién pulido
donde viajan las cosas
que algún día te hicieron feliz
pasan las nubes como postales
sin remitente
y sientes tu vida hacerte una llave
que acalambra tus ganas
y sientes la nostalgia ahorcarte
como una psicópata
y sientes un gran terremoto –
como el que mató a Rockdrigo-
de recuerdos
aplastarte

puedes escuchar el mar
el barrer de una escoba en el patio
la guitarra y la voz de Chavela
paloma negra entre pajaritos
y murciélagos
de parranda diurna
sobre los cables de la calle
entre los tenis colgados
y las delicadas teclas de la
computadora –como el tiempo-
derritiéndose a palabras
y murmullos-martillazos,
un cristal que se rompe para siempre
mientras estás muy pedo
y sientes que no eres nadie
en mitad del hermoso desorden
del cuarto que rentas
después de todo
donde has estado con mujeres
locas y fugitivas, con mujeres-niñas
de piernas largas y tacones
altos como un faje
y que han preferido callar su nombre
para que no puedas invocarlas
y sin embargo se duermen
como la ternura del frío
sobre tu pecho

escuchas el ronco y lejano sonido del mar
piensas en una marmota moribunda
aunque estés muy borracho
y te sientas solo
en este burdel de la mediocridad
donde eres el tonto al que le piden
su último cigarro
y lo da
y en algunos bares ya no te admiten
y a ti ya no te importa
que la mujer de tu vida se acueste con otros
y además
te mande al carajo
los perros se divierten con las olas

a pesar de todo
has llegado a fin de mes
amanece con el mismo sol
y sabes que los buenos viejos tiempos
jamás han de partir

miércoles, 29 de octubre de 2008

mis libros se pudren en cajas de cartón

a veces pienso que no he leído lo suficiente
y que el tiempo para leer es más reducido;
como las fichas de dominó que se terminan
cuando la decepción lleva la mano.

miro los estantes de mi biblioteca en una habitación
por donde una mujer desnuda caminaba
con su taza de café en la mano y el otoño en la espalda
sonreía a través de la ventana, y la mota nos hacía reír
al penetrar en versos excesivamente barrocos.

estos días me gustaría regresar a esa vieja biblioteca,
una vez más, en aquel departamento del centro
del Distrito Federal, donde fue posible ignorar el mundo
y fue posible llegar al fondo de los sueños y encontrar
el tesoro de los placeres y la eterna juventud.

ahora el café está frío y escucho canciones desesperadas
y miro las paredes blancas y pelonas de este departamento
donde dan ganas de ponerse a grafitear de una vez.
pero el departamento me lo ha prestado un amigo y la neta
no lo voy a joder.

mis libros se pudren en cajas de cartón, son presa fácil
de la humedad y sus hongos invencibles, y yo no sé
cuándo podré tener otra vez un espacio para acomodar
esos objetos que, finalmente, no me han abandonado.
quizá termine por venderlos o regalarlos a la primer chica
que toque esta noche a mi puerta. sería suficiente.

el viejo Miller escribió en una habitación de París,
que en este desmadre de lo que se trata es de resistir y
de lograr leer cada vez lo menos posible.

no sé cómo terminar este poema. lo miro con el morbo
de un cuerpo deforme y me pregunto qué diablos significa
lo menos posible, qué diablos es suficiente. no lo sé.
las grandes luces que tratan de dominar el reino de la noche,
tampoco conocen la respuesta.

miércoles, 15 de octubre de 2008

a cualquiera le puede pasar

otra vez me despierto bajoneado.
el ruido de las hojas por el viento es un lujo
para estas ganas de no hacer nada.
estos días de lluvia, en otoño,
me gustaría creer en ti o
en mí, o revivir la mentira
de los dioses, de las musas, de la belleza
del amor; ser el viajero que anda sin miedo
por el mundo, sin nombre,
sin esperanzas de llegar a ningún lugar.
sólo viajar sin pagar nada, besar a mil
mujeres siete veces mil y luego a otras cien y
luego a otras cien mil.
he limpiado la casa, he barrido
y trapeado y todo parece
como el primer día que llegué aquí.
pero todo en esta vida tiene un precio,
y todo es apariencia.
escucho un blues y el viento que entra
por las ventanas me tira el pelo a la cara,
es la caricia del instante. canta un pájaro,
pasa un coche con un motor jodido,
pasa otro, una camioneta.
en la mesa tengo el Diario de Witold
Gombrowicz, un par de libretas,
una pluma, cigarrillos, pan,
un lápiz, un cenicero, unas bocinas,
un monedero, el Diario de Poesía
editado en Argentina,
una taza amarilla con agua, fuego
y ausencia.
la mesa es de una mujer más lejana
que los primeros balbuceos de una lengua muerta;
está pintada con los colores de la tarde
y guarda el secreto de la última mudanza.
llega un amigo con un toque,
ha perdido su celular
y me dice que tenía muchas llamadas
y cosas importantes qué hacer
y maldice la pérdida.
se sienta en la entrada de la puerta
donde entra un poco de sol
y fuma su enorme porro del mediodía.
yo no tengo nada importante qué hacer
y no sé si eso me da gusto o tristeza,
no comprendo, sólo escucho el suave blues
enredado con sus palabras;
sin tener nada importante qué hacer.
más de una vez he querido cambiar el mundo
pero sólo he logrado comprender
el odio de mi padre, sus frustraciones,
su amor herido, y la impotencia de mi madre
al tratar de salvarnos del desastre.
más de una vez he tratado de que las cosas
funcionen, pero jamás lo he conseguido.
el mundo siempre será el mismo matadero
donde las cosas así son.
los pájaros apostados en los cables cantan
mientras me cuesta trabajo tomar aire.
el día transcurre en esta calle perdida de
este universo perdido en las páginas
de un libro invisible. no existe el milagro
y la poesía es sólo un truco para justificar
el imperio invencible del vacío
y las reglas impuestas por el hombre.
lleno el cenicero, otra vez, y miro por la ventana
de estas letras el angustioso movimiento
de las células, el verde follaje de los árboles,
las hojas derribadas por la lluvia.

viernes, 26 de septiembre de 2008

silencio

John Cage
es
sólo un ejemplo

flores en el estanque

poco importa si prefieres quedarte en casa
o largarte siempre largarte siempre partir
de casa o del jardín donde juegas a esconderte
de la brújula del corazón o del destino.
poco importa si lo intentas una vez más,
la última vez, en el baño de un bar donde sólo
saben mantener la calma los reyes del fracaso
y una mujer espera que la invites a bailar
con un poco de eso que te hace sentir mejor.
poco, muy poco importa si te ves al espejo
y no encuentras más que manchas y sequía
y apenas un ligero brillo, algo así como
un rayo de sol que penetra en las cavernas
de los cenotes más profundos del miedo.
poco importa si crees en dios o en las hormigas,
si crees en el amor o en la carretera que te aleja
de las llamas del pasado, si no crees en nada.

hay flores en el agua estancada, parecen barcos
de papel incendiados.
enciendes un cigarro y miras el televisor.
algún día lo entenderás.

domingo, 21 de septiembre de 2008

jodido arcoíris del tercer mundo

se termina el agua y es el caos. los vecinos
se desesperan y comienzan los reclamos,
no se pueden lavar los trastes, los baños
quedan sucios, no se pueden bañar
en este calor que arranca gotas de sudor
como excesos, no hay agua, nos quedamos
sin agua y las calles se vuelven más piedra
y hay que llenar cisternas, tinacos
y nadie se puede quitar el sudor ni la mugre
de los días, uno se tiene que dormir así
sin lavarse, y la mierda es más cercana
nos ignora desde el escusado, filtra su olor,
como un espía, en toda la casa y todo,
lentamente, en la colonia Luis Donaldo
Colosio, a una cuadra del mar Caribe,
se vuelve insoportable. no hay agua
en el edificio y uno se da cuenta
que la civilización enseña la costumbre
de tuberías funcionando solas, pero no
a ser paciente y saber esperar. una extraña
lógica del tiempo y del mito nos dice que todo
se ha de arreglar, mientras las hormigas
se dan un gran festín y las cucarachas disfrutan
de la tragedia entre los restos de comida,
y los mosquitos atacan como espinas invisibles:
chupan la sangre, a pesar de la mugre.
no hay agua, pero en la calle hay niños
acostumbrados a eso y juegan y sonríen y ellos
saben cómo divertirse y no darle importancia
al jodido arcoíris del tercer mundo.
ellos, aún, no han caído en el engaño.

no hay agua en el edificio, pero en las noticias
han anunciado que lloverá toda la noche
y me queda un six de cerveza en el refrigerador.

martes, 9 de septiembre de 2008

días oscuros

día nublado como rabia
en los periódicos
dan la noticia de más
asesinatos
y más persecuciones
y la historia es
la misma

hace cien años nació
Pavese
quien al final
perdonó a todos y
pidió perdón de todos

hay días oscuros
como cigarros y soledades
afortunadas
como navajas o jeringas
dormidas
a la orilla de la bañera

canta un pájaro y
es hermoso

pero nada se cura
sigo con asco

macho de mierda

eres un puto macho del orto
un puto macho de mierda
me grita ella y
ella no deja de ser
una chulada de carne
y hueso y ontológica
incluso se ve más cachonda

los ventiladores
encendidos
y chingos de cigarros
camino de aquí
para allá
un coche se estaciona
en la calle
con el estéreo
a todo volumen
“tengo cara de niño,
pero alma de hombre”

podría explotar el cielo
y caerse a pedazos
como en los sueños
que habitan los países
en guerra
y sin embargo la estupidez
humana no dejaría de ser
esa intensa flor
que quema el corazón
los nervios y la sangre

¡eres un puto macho
imbécil
no sirves para nada!
grita ella
por encima de esa
insoportable canción
callejera

por qué no te callas
puta

somos animales violentos
estúpidamente agresivos
y recuerdo las crisis de mis jefes
cuando desde el cuarto
en una oscuridad reconfortante
los escuchaba gritarse
y aventarse cosas
y trato de entender lo
imposible de
las relaciones humanas
que son como los choques
de los astros
cuando el fuego arrecia
y olvidamos el origen
y el destino se pierde
para siempre
entre la bruma de la
náusea

no hay televisor
ni cervezas
y estoy caliente
estoy muy hinchado
de semen
y eso es peligroso

macho de mierda
me grita

en estos momentos quisiera
tantas cosas
como jamás haberla conocido
o aniquilarme
y ella me odia
y yo la odio
nos odiamos a muerte
y la noche se vuelve
tan insoportablemente
luminosa
como esa pinche canción
“tengo cara de niño
pero alma de hombre”
hombre, hombre
somos una mierda

entonces ella se duerme
y me deja ahí
con ese odio acumulado
con ese semen acumulado
y salgo de la habitación
sospechando que
sólo una chaqueta podría
anestesiarme

pasan los minutos
el coche en la calle se larga
con esa rola tan despreciable
como yo

los ventiladores siguen
encendidos
odio la idea de ser adulto
o maduro
odio no poder razonar
con ella
y no puedo pensar en nada
no logro entender lo que siento
aunque cualquier psicoanálisis
trate de demostrar
lo contrario

entro al cuarto y
ella duerme
y quisiera abrazarla
quisiera ser bueno
asegurarle que todo
cambiará

pero ella duerme
y yo me recuesto a su lado
macho de mierda
cuánta razón

domingo, 20 de julio de 2008

El séptimo día de la semana

II

(Weekend en el Parque Lecoc)

En el Parque Lecoc llegan las familias a pasar un día de campo. El invierno
les pone abrigos como si el tiempo diera respuestas. Pasan parejas
de la mano o abrazadas y se ven felices, como si nada les hiciera daño,
y miran a través de las jaulas a los animales, los contemplan,
se entretienen, parece que nunca han peleado e incluso algunas
parecen haber sido siempre felices, como en las películas.
Anulan la separación; eso no es parte de sus vidas. Miran a los animales,
se dicen cosas entre sí o se ríen porque un venado trata de montarse
en una de las hembras del rebaño.

Algunos enamorados están sentados en el punto exacto del atardecer
e incluso el sol ha lavado sus rostros, sus cabellos, sus ideas
sobre el aburrimiento o el vacío; y beben mate.

Una mujer mira a una changa que en el interior de la jaula abraza a su crío dormido,
y siente ternura y le dice a su güey mira qué lindo y él la abraza y juntos miran
esa enorme jaula como iglú atascada de monos que se gruñen y pelean
por su territorio, junto a ese montón de rocas artificiales. Los enamorados
y los changos son parte del Parque Lecoc como los árboles y los jardines
y las jaulas y los coches y aquel sucio lago y los eucaliptos rayados y el atardecer
que se va y las sombras y ella y yo.

Cualquier cosa que piense sobre lo que sienten esos animales enjaulados
nunca sabré si acaso fue cierta,
pero miro a la gente que es la misma gente que de lunes a viernes
la jode su trabajo y piensa en cómo diablos habrá de sobrevivir hasta fin de mes
y en deudas y en coches deportivos y en cómo se le ha ido la vida
y en cómo carajo ha podido resistir.

Miro a los enamorados y a los niños sorprendidos por la leona
que sale de su jaula justo cuando llega su alimento
y toman fotografías porque eso es justo lo que hay que hacer
a esa hora de la tarde.
Se detienen y señalan como si fuese algo imposible, y los niños
parecen aún más felices de ver a la fiera caminar; una leona hambrienta
que atraviesa el atardecer de este domingo, hambrienta.
Y las familias se van contentas por los caminos junto a los enamorados,
y casi todos parecen haber olvidado que lentamente desaparecemos;
y las niñas y los niños corren, vuelven a perseguirse
como perros sueltos en el campo.




III

Camino por la calle y veo a un tipo parado frente
al ventanal de un restaurante, mira fijamente
hacia adentro, muy concentrado,
como si fuera manya de hueso colorado
y en el interior del restaurante,
en un televisor con pantalla gigante de plasma,
transmitieran el clásico del Uruguay.

El tipo es un tipo jodido, un teporocho
de las calles montevideanas
que no se ha bañado en días
y que seguramente no ha tenido una mujer
todavía en más días,
pero eso no impide que mire concentradísimo,
atento, por el ventanal,
como si fuera un gol de Peñarol.

Cuando cruzo por atrás suyo
no puedo evitar mirar
hacia el interior del restaurante
y tras el ventanal no hay juego de fútbol
ni televisión ni nada, sino mesas vacías
alrededor de una enorme mesa
donde una familia
abrigada del invierno -muchos niños-,
bebe refrescos y cena una enorme pizza,
bajo una luz parecida a la que sale
de los cuadros de Rembrandt.

También así son los domingos, pienso,
mientras me alejo con unas ganas tremendas
de un trago de tequila,
y sin un peso en la bolsa siento el frío
de las calles vacías de esta ciudad.

manten la calma

nunca pensé que alguna noche
con una mujer a mi lado,
una mujer caliente y drogada,
se me quitaran las ganas de coger

en este apartamento
no es fácil escuchar los ruidos
de la calle y el sol
nunca se ve por las ventanas

enciendo un cigarro
mientras ella se prepara otra
línea de coca sobre
un libro de Henry Miller

le doy un trago a mi vaso
y miro el reloj que cuelga
en la pared como un insecto:
son las diez de la mañana

es bueno de vez en cuando
perder el sueño
uno recuerda que nunca
estamos a salvo

no pienso en nada más

miércoles, 25 de junio de 2008

delirio de un imbécil desempleado

nada es suficiente
coges y coges y coges
y coges y te duele la
verga
la pelvis
y no es suficiente
luego ella te dice te amo
quiero estar contigo
el resto de mi vida
envejecer y pudrirme
a tu lado y tú
abismo
a su lado, te ofrece su cuerpo
incluso para que lo mutiles
te lo comas o lo escupas
o ella te desprecia y
te manda al diablo
te llama pobre imbécil
te pide que no vuelvas
pero más tarde vuelve a llamarte
y te ofrece botellas de vino
de tequila, el mejor mezcal
se emborrachan
y te deja ir solo
y te vas solo y estás solo
escuchando a Bach en un
Ipod –de hombre primitivo a
hombre tecnológico-
escuchas a Bach en un Ipod
drogado, mientras avanzas
en el micro, en el metro,
en la carretera, a todo volumen
los cuartetos y el mundo cae lento
como los últimos chorros de baba
de la epilepsia
cae a tu lado y Bach en el fondo
a través de los audífonos
escurre y te pones unas rayas
interminables sobre el espejo
del vacío,
maravillosa coca,
y aspiras el mundo y te sientes feliz
te acompaña una mujer
con una faldita cortérrima
y unas tetas de antología
y caliente y mojada y adicta
al sexo, a la vida adicta
a esas filosas sensaciones
que enferman y te la mama
y se masturba mientras manejas
y luego te olvida y recures al libro
te pones otra vez hasta las chanclas
crudo sobre crudo crudísimo te largas
al cine o lees a Freud a Nietzsche
a Gombrowicz, ves porno o
lees a los Panero a don Eusebio –
te empedas con don Eusebio- y te largas
y lees los mejores poemas del Negro
los mejores poemas de Carver
los mejores poemas del Bukos
te pierdes en Dosto, te pierdes
en sus infernales novelas, las sufres
te pierdes en las bibliotecas y
lees y lees a Cioran, no te cansas y te cansas
es Hamsum o Miller, el Bhagavad-Gita
carajo, te empedas de leer a los
místicos, repasas a Arquíloco
a Hesíodo a Houellebecq a Schopenhauer
y lees y lees tantos cabrones
como Fulkner, Vallejo, Borges
y entras a un curso de francés o alemán
estudias filosofía o mercadotecnia
no hay diferencia y conoces los finales
de todos los juegos cibernéticos
conoces las claves de todos las cuentas
electrónicas conoces corazones destruidos
y ella entra y enciende la luz
se desviste y te invita a la cama
y tú sudas y no hay angustia o la angustia
es un avión que no logra estrellarse
vuela en esa ciudad
y no hay temblor o el temblor
es la pista de fórmula uno por donde corren
los pensamientos ardiendo y hay accidentes
mortales y piensas en Lowry y sabes muy bien
que él sí supo hacerlo,
luego ella te invita,
ven, te dice, ven
y tú te acuestas y sabes que la catarsis funciona
pero tendría que ser una catarsis eterna
escribir en la tormenta
escribir un puto poema
y publicas mil libros y ganas mil premios
y fracasas y te llenas las venas
de más heroína dulce heroína
cómo te salva pero no es
suficiente
digas lo que digas
y no lloras tampoco resistes
subes y bajas de la cumbre
te burlas y te ríes y en silencio
ella está en la cama
te acaricia como a un cachorro perdido
y hacen el amor toda la noche
te hace el amor
y ella se levanta desnuda
camina al interruptor
lo último que ves es su cuerpo
desnudo, su silueta perfecta
sus cabellos quebrados y sonríe
apaga la luz
te pide que duermas
pero te quedas pensando
en el cálido fondo de esa habitación
donde el silencio es supremo
y sientes o intuyes
sus senos sus piernas ese
tibio cuerpo de hembra
son lo mejor para danzar en el frío
y sabes que eres el más afortunado
un puto afortunado
y todo es perfecto y no sabes qué pasa
no sabes qué pasa
sólo que nada es suficiente
hagas lo que hagas
y quisieras pedir perdón
mandar todo al diablo
intentarlo
cogerte a otras viejas
más líneas de coca
bailar en la lluvia
o pegarte un tiro
pero sabes que eso tampoco
es suficiente,
carajo, y alguien escucha a Mozart
a estas horas lo sientes
nada es suficiente
nunca
pero sonríes

lunes, 16 de junio de 2008

mi negra caliente para el frío

me calientan las películas porno,
me dice Eva, y se ríe. una risa
nerviosa, excesiva,
de niña gandalla. me calienta
la situación –dice-, me calienta
ver a los hombres cómo cogen.
carajo.
escucharla, imaginarla, saber
que se humedece y que
de pronto sola
en la costumbre de su habitación
se masturba mirando esos videos,
me la pone dura.

Eva tiene los ojos negros,
brillosos, y la costumbre
de dormirse desnuda. Eva
entra al mar,
su cuerpo está en la casa.
Eva es una negra caliente.

no le gustan los partidos de fútbol,
no le gustan los hombres que
cogen con calcetines. detesta
a los hombres que usan mocasín,
a los hombres formales, bien
vestidos, a los que usan perfume.
no soporta a los tipos que hablan
de política, a los que hablan
de literatura,
a los que hablan de dios.
Eva anda desnuda por la casa.
no soporta a los tontos y tiene
la habilidad de reconocerlos
de inmediato. no le gustan
los hombres que usan
portafolio ni a los que tienen
la costumbre de resucitar.

en sus labios hay un desesperado
tráfico de besos, son fuego negro.

ella es negra y caliente, es
la negra caliente de mi sueño en una isla,
alejados del mundanal ruïdo y
leyendo poemas de amor ella
siempre está dispuesta a coger.

le calientan las películas porno; le calienta
ver a las mujeres calientes, alrededor
de una verga dura, se incendia
y también le gustan los chocolates y
las flores en invierno, el chorro
de agua al caer de las buhardillas
en esas calles viejas de techos altos.
le gusta el color verde y el rojo
que visten las hormigas de la selva,
el amarillo secreto del sol,
pero prefiere el morado, prefiere
el desierto y vive desde hace mucho
en la playa.

Eva tiene los ojos negros
y un intenso brillo en la mirada,
parecido al de las yeguas
húmedas que corren por la pradera
salvajes y en celo.

estoy en su. mañana fría,
mucho viento. algunos pájaros
cantan como tiene que ser
el jueves, un día
lleno de odio.

he conocido
el odio, le digo a Eva y acaricio
su soledad, su rabia oculta
entre esos cabellos de negra y ella
me ofrece sus piernas de negra,
sus calientes
movimientos de negra

me acaricia,
me ofrece sus senos, se toca
el clítoris como si el vino.
hacemos el amor.
chorreo mi muerte y me resisto
a las lágrimas. Eva es
una negra luminosa y caliente.
nos bañamos juntos.
me ofrece una cerveza
y un libro (cómo nos encontramos,
maravillosa suerte, carajo).
la cerveza también es negra
y el libro es la efímera danza
erótica del siglo equis a
nuestros días. Eva escribe,
y eso nada importa, nada cambia.
Ella es mi negra caliente y
compartimos un cigarrillo.
carajo.

nos hemos jugado el odio
y la lujuria; ya nada queda.

vamos a la calle –me dice, Eva-,
vamos a vivir el invierno.

martes, 15 de abril de 2008

postal de muchachas en la playa

en la playa un par de muchachas juegan con la arena.
entran al mar vestidas y luego se sientan a jugar.
calculo que han de tener 17 ó 18 años
y se ríen o sonríen como si el mundo fuera tan sólo
ese pedazo de playa, donde el cielo es azul
y el mar turquesa roba el resplandor de la selva
y el viento acaricia las palmeras y el rostro.
las gaviotas planean sin poder escapar de su vuelo
y el sol es embriagadoramente cálido
y ellas sonríen así nada más porque sí.
como si el mundo fuera un grano de arena
donde no existe ningún hijo de puta,
como si ya no hubiera sujetos que tras esta playa –
donde también se ven niños que gritan y corren
dándole la exacta dimensión al domingo-
se pudren en goteros de soledad o de alegría.
cuando caiga la noche ellas se habrán ido y
la arena, con ayuda del viento, volverá a recuperar
el lugar exacto de la incertidumbre.

hotel la Roma

en esta habitación estuvimos
muchas veces.
entrabas y la recorrías con
pequeños saltos,
con la botella de vino
en tus manos y una flor.
yo imaginaba lo que
nos esperaba.
adivinaba tu ropa interior,
tu carne.
abrías las cortinas, mirabas
la calle y
siempre decías cosas como
me gustaría que lloviera
o
podremos quedarnos hasta
el amanecer.
ese era el único momento
del día o la noche
iluminado, esas
las únicas palabras
que valían la pena.

el tipo de la recepción
nos conocía.
entonces, obvio, todo
era distinto.

ahora que me vio se
acordó de mí
y aunque sólo dijo qué sorpresa,
usted aquí,
su mirada lo dijo todo
al ver a otra mujer
a mi lado. Ella no salta,
no mira por la ventana.

la habitación sigue siendo
la misma.
todo está en el mismo lugar.
incluso ese
profundo perfume a burdel
sigue aferrado a las cortinas.

miércoles, 9 de abril de 2008

nada es para siempre

recién llegada de su ciudad
atascada de iglesias,
al principio bebía cerveza
con timidez
junto a mí y otros tipos
que mentaban madres
del trabajo que no dejan

me dijo su nombre
sin importarle que mirara
con lujuria
sus senos que parecían
a punto de reventar

bebimos mucho

una banda inglesa
de rock
inundaba la Fe
mientras los tipos
contaban historias
de mujeres que los
habían dejado

en algún momento ella
me preguntó si tenía coca
luego me contó que era
pintora y que fue
becaria del Fonca
hace mucho tiempo

se me fue la inspiración,
me dijo, por eso estoy aquí

bebimos mucho

he olvidado su nombre
lo que me dijo del arte
el color de sus ojos
pero no sus senos
ni esa banda de rock
que sonaba en el bar

no era precisamente
hermosa
pero era demasiado
hermosa

para mí

martes, 8 de abril de 2008

aún estamos a tiempo

la vida no está en esas fiestas de gala
con esa gente importante
con esos vestidos brillosos, subiendo
y bajando de coches último
modelo -aunque siempre
me han gustado los convertibles
a toda velocidad, en carretera.
te decía eso, mujer, antes te hablaba
al oído y te pedía que no fueras
a esos eventos de mierda
que de nada servía perder el tiempo
ahí
hablando con gente idiota,
de cosas idiotas
sonriendo como idiota. igual de
fracasados
o más. la vida no está ahí, te decía
cada fin de semana, cuando
me dejabas borracho y te largabas
con tus amigos famosos, para salir
en los diarios
abrazada de la señorita palacio
y del humanista de lujo.
la vida no estaba ahí, mujer,
siempre te lo dije.
y ves, toda esa gente se ha ido,
te han dejado sola, aburrida,
destrozada, en tu casa.
traicionada.
ya nadie te llama, mujer,
nadie. siempre te dije, cuidado
no vayas ahí, mejor corrámonos
en un descapotado
modelo 70, en uno de esos coches
que coleccionaba tu padre,
larguémonos a toda velocidad
por las carreteras del sur
a cualquier hotel de por ahí,
a cualquier motel de
esos donde las putas
han dejado de soñar y sin embargo
ofrecen caricias como incendios.
uno de eso moteles de carretera.
vámonos por ahí, te decía, pero
nunca me escuchaste, y ves, mujer,
ahora estás en tu casa, tan sola,
escuchas el paso del tiempo
en la gotera que no piensas corregir;
en esos discos que ya no sirven de nada
y vas a clases de cocina,
a clases de francés
y vas al yoga, lo intentas y
yo te digo, mujer,
una vez más,
la vida no está ahí.

cuna de Moisés

hay que ser lo suficientemente imbécil
para creer que las cosas van a cambiar.
el sol escurre por los pasillos del edificio
y las sombras son un mapa
donde es posible encontrar el olvido.
la planta que me regaló la mujer
que me he estado cogiendo las
últimas noches, tiene dos flores más.
en verdad que son hermosas.
en verdad que, de alguna forma, las envidio.
el calor encabronado es un grito
pegado al cuerpo;
me hace sudar y los chorros tóxicos
de alcohol de la noche anterior
me orinan un olor insoportable.
pero la mujer que me he estado cogiendo
también las últimas tardes
se acerca y me besa los brazos, el cuello
y me dice que no se quiere separar de mí.

escucho la misma canción que hace varios años
me abrazó y acarició
como a una perra enferma,
mi tristeza. no sé por qué
pero siempre he sido un tipo lo
suficientemente triste
como para recibir, de vez en cuando,
un abrazo –si acaso alguien cree que
eso podría resanar las perforaciones
de un corazón que se pudre- o como para
volverme insoportable. escucho la misma
corrosiva música de hace varios
años, Leonard Cohen, Gotan Project,
The Cure, y me doy cuenta que,
salvo por ciertos detalles como
el cansancio y la intolerancia
que han crecido como esas cunas de Moisés,
las cosas siguen siendo igual.

la mujer que me ofrece su clítoris hinchado
y caliente, también por las mañanas,
riega la hermosa planta que me regaló
después de una noche en que las ambulancias
inundaron con su escándalo esa parte de
la película
donde yo fui el villano.
la mujer que se ha bebido mi semen
me mira sonriente con el sol montado
en su carne. en su sombra
también juega el olvido
su última carta y me espera,
sin mandamientos. es otra flor.

lunes, 31 de marzo de 2008

ese silencio inconmensurable

pero antes ella solía querer ser libre, siempre.
tomar su mate por las mañanas, sentada,
sin pensar ni dudar, más bien como esperando
que un milagro sucediera. abría la puerta
de la casa y se quedaba ahí, sentada
en el sofá, mirando hacia el patio del edificio.
en silencio. era una mujer que conocía el silencio
en la forma más pura o más cercana. no decía nada.
no porque no tuviera nada que decir,
sino porque de nada servía decir cualquier cosa.
las cosas de igual modo sucederían,
de forma tan natural la alegría o el fracaso.
luego entraba otra vez al cuarto, me ofrecía mate
y se recostaba junto a mí, con un cigarrillo
y ese silencio inconmensurable.
se acostaba junto a mí y yo la sentía tan sabia
que cualquier cosa que me pasara por la cabeza
me resultaba una tontería, y no sabía qué decir,
sino esperar. de pronto sonreía.
jamás ojos así habían logrado sacarme las ganas
de proseguir el momento, de alargarlo un poco más
y esperar que mi nombre se volviera su silencio,
que mi escritura saliera de su cuerpo.
muchas veces estuvimos crudos, pero ella
siempre parecía comprenderlo todo y alejarse
en un caballo de humo hacia algo que en ese entonces
estaba seguro se llamaba belleza. obvio,
a su lado yo era el monstruo de siempre,
el que todo lo hundía,
a pesar de todo el amor que jamás sentí.

ella salía del baño, se vestía:
una falda muy corta, blusa de tirantes
y se maquillaba frente a un espejo manchado
por los días y las noches, sombras en sus ojos
que eran una amenaza para los débiles de voluntad.
se ponía las sandalias y salía de casa,
sin cerrar la puerta.

ahora sé que me vale un pito la cursilería
y que a pesar de los insultos, las copas rotas,
la sangre y el llanto y esas flores de papel,
ella fue el amor de mi vida –si acaso
la vida es un cuarto lleno de abismos
y con vista al mar-,
la única mujer con la que me gustaría
compartir este momento, la música,
el vino y las cenizas,
antes de dormir.

lunes, 11 de febrero de 2008

después de un fin de semana largo o de un silencio parecido a la amargura

quedarse quieto,
mirar por la ventana
el viento y la lluvia.

no hacer nada,

aunque valga tanto la pena
salir a bailar
bajo
la tormenta que crece.

aúlla la tormenta
a través de los sucios
y rotos mosquiteros-

viernes, 1 de febrero de 2008

gata negra disuelta en la noche

estaba en la barra, bebiendo cerveza
sin pensar en nada, evitando el reflejo,
el espejo que estaba frente a mí,
observando sólo mi trago y de vez en vez
el televisor, donde los millonarios
apostaban grandes cantidades en su
nervioso juego de cartas.
entonces apareció ella, una chica de suiza

con un acento de suiza y con ganas de algo
me pidió un cigarrillo y me preguntó
mi nombre y comenzó a hablar entre
la música muy alta, su voz, no le entendía,
era como una gata negra disuelta en la noche
pero me dijo me gusta mucho México –
en sus ojos se escondían los atardeceres
calurosos y azules de México, esos instantes
bajo los cuales cruzaban las mariposas
de la luz- pero este lugar no es México
decía la suiza y al ver su expresión
pensé en las estrellas que le habían ofrecido
todos aquellos guerreros que cada noche
buscan besar la soledad de otros labios
maquillados igual de estampas o postales
de territorios aburridamente blancos
o de inviernos rojos como un adiós.

estaba en la barra y la chica de suiza
me dijo que los hombres la buscaban
porque pensaban que ella tenía dinero
y entonces prefería mentirles y decir,
con una sonrisa de puta, que ella
era alemana y entonces aquellos hombres
altos o bajitos o flacos o tristes o brutos
se enamoraban de su sonrisa de puta
y de sus senos blancos, después le
enviaban mensajes por celular
diciéndole que la amaban, que la
extrañaban y eso para ella era
totalmente ridículo, los mexicanos
están locos, decía, aquello no
le gustaba, pero también era falso.
no creía en esas palabras,
obvio. trabajaba como secretaria
en Suiza y ahora estudiaba español.
me pidió un cigarro y después se fue.

en la televisión, el mejor jugador de poker
se levantaba de la silla porque había
perdido la última partida,

en la calle unos tipos comenzaban
a madrearse

yo pedí otra cerveza.

martes, 29 de enero de 2008

vieja canción de amor

compartimos la misma cama durante muchas noches.
nunca las conté, las matemáticas eran apenas el poder
de calcular la distancia que te alejaba de mí,
cuando te ibas de viaje o cuando me alejaba
de cantina en cantina, hasta terminar tirado
en las piernas de cualquier otra mujer
que nunca tenía el espléndido aroma de tu entrepierna.
o calculaba el tiempo que pasábamos juntos,
a pesar de que la cuenta regresiva que ignoramos siempre,
cruzaba nuestras venas como un cuchillo cruza
la carne anestesiada –
como ignoramos el batazo que venía directo a nosotros
desde aquella canción de amor. pero reímos mucho,
a pesar de que también hubieron muchas lágrimas,
reímos mucho, mucho, tormentas de risas y de lágrimas
huracanes de risas y alegría, no trates de olvidar eso,
no lo ocultes entre todas esas pastillas
que te ha recetado ese gran hijo de puta que es tu doctor
ese mierda batablanca que jode almas luminosas
con diazepam o prozac, trata de que ese imbécil
mierda batablanca, carajo, no toque esos instantes,
ese pendejo que no sabe un carajo del amor y
mucho menos de la lujuria del amor. nada,
nunca supo nada de nosotros ni de esas tardes
en que los pájaros se posaban en las ramas del jardín
más maravilloso del mundo y cantaban mientras yo fumaba
viéndote bailar, tan suave, a través de la ventana y
con música de Janis te quitabas la ropa
y hacías para mí el único strip tease que logró -
casi igualado sólo por el choque de los astros-,
con toda la naturaleza a acuestas, devolverme
a ese niño que ve por primera vez el arcoiris
y logra tocarlo.

hay asesinos como Charles Manson
como el Caníbal de Playa del Carmen
como el de Patrick Süskin, como Raskolnikov;
pero también están esos mierdas batablancas.
están igual de locos, la única diferencia
radica en los argumentos o en las maneras
que tienen de callarse ante la nada; en que
unos están o estuvieron libres y los otros no.
estoy seguro que si dios los escuchara -no le daría
la razón a ninguno- entendería a los que no se
justifican.
el imbécil de tu doctor no sabe eso y su justicia
carece de luz o de lo que él mismo llama amor;
incluso, el demonio o la mediocridad, si lo escucharan,
no lo soportarían jamás. a ese imbécil, el destino
le enterrará sus propios dientes en el culo
y nadie recordará su nombre y junto a su tumba
un loco maravilloso y bajito se orinará
mientras llora y ríe porque no sabe
dónde ha quedado la tormenta, su triste hogar -
pero al fin y al cabo su hogar.

pero tú, niña, no olvides esas risas, esa alegría que
compartimos en la casa de campo de tu madre,
en mi barrio lleno de aullidos parecidos a canciones
de cuna, porque es lo único que puede ayudarnos
a respirar y sentirnos a salvo cuando
por algún descuido parecido a tu nombre
en otra mujer o al título de una canción,
acudimos cada uno a la memoria del otro.

tengo que confesar que ya no siento nada por ti.
el amor pasó, ese amor lleno de sudor y lágrimas
y sudor y sangre y semen y sudor y leucorrea
y risas y palabras dulces y cartas como flores
nutridas de sombras y chaquetas bajo un árbol
de verano, pensando en el maravilloso aroma
de tu entrepierna, todo ya pasó.
no, ya no siento amor por ti, ni odio, ni ningún
otro sentimiento vil que nos atrevimos a inventar.
he despertado y a pesar de que algún tiempo
me sentí engañado, ya no es así. no sé que
chingados vaya a pasar con tu vida, si sigues
o seguirás frecuentando aquella chocolatería
donde saben preparar el sabor como a ti te gusta,
ya no sé si sigues prefiriendo la turquesa
al ámbar, o esos atardeceres junto al mar
o las caminatas por las calles bajas de San Cristobal,
tomar vino italiano y dibujar caracoles
en el corazón de un perro herido o si has vuelto
a acariciar a los caballos. no sé cómo chingados
vaya a terminar todo esto, en qué callejón
en qué puto cielo terminará todo,
a la orilla de qué abismo terminaremos,
nadie sabe, pero te digo que ya no te amo
y que, sin embargo, de vez en cuando,
no sé por qué, carajo, no sé por qué
sueño con el olor de tu entrepierna,
y echo de menos nuestra vieja canción.

la gran explosión

le pegan a la gente, se la madrean
la joden, la putean, se madrean a la gente
la gente se madrea a la gente
Juan putea a Juan
Pedro, Javier, Sofía
se puetan y bailan escurriendo
finos y filosos hilos de sangre
en la calle y en las esquinas
a la salida de la escuela está el golpe
la violencia como una flor
que nadie comprende
y que se abre paso
en todos los corazones
vestida en la sonrisa de un
chamaco de ocho años o sin edad
está el madrazo, el putazo bajo
la petulante sombra de los
semáforos, en la avenida
en el brazo de tu padre
en la manzana de Eva
en el puño de Adán

y hace calor y la gente odia a la gente,
se golpea en el aire y en la tierra
donde el salvajismo es más brillante
donde eso de las buenas no sé qué mierdas
no son más que cáscaras de mierda y sueño
mezcladas, peleándose
y en la ciudad es lo mismo
pero es tan grande la ciudad que nadie
se da cuenta de ello y la gente
se madrea, se la madrean, se agarran a putazos
puño en la jeta
puño en la panza puño en la nada puño
porque uno quería pasar primero
que el otro y
llegar primero que el otro
y se sienten con güevos y

recuerdo esas gráficas
que la maestra de biología –
vestida siempre con minifaldas y
tacones altos, de aguja-
nos mostraba esas imágenes
del microscopio con un montón de
espermatozoides que se
agarraban a madrazos
para llegar al gran óvulo
al pacífico gran óvulo que
espera, siempre
la gran explosión

es extraño,
pero tampoco es tanto
extraño,
y a veces más bien es
obvio y da risa ver
cómo se agarran a madrazos
cómo llega la tira para calmar
a los que se están agarrando
a madrazos y los trepa a
la julia, obvio, a punta
de vergasos y se encabronan
y da risa lo que nos pasa
cómo
me agarran a madrazos
afuera del bar
dos tipos gruesos
y encabronados
sus puños en mi jeta
sus patadas en las costillas
su coraje sobre mí
y mientras yazgo
en el suelo
puteado
pienso en las películas
de esos tipos malos
en esos absurdos estereotipos
que se cogen a esas chicas absurdas
de sonrisa dulce y tangas
de color morado o rosa,
y miro la suela de todos esos tipos
y de esas chicas recién bañadas
limpias y con olor a ángeles
y demonios o a halloween
y pasan rodeando el cuerpo
que les estorba
y pienso que yo no luché
en el fondo de esos chorros de semen
que mi padre escupió
en mi madre
y que la maestra de biología
alguna tarde me abrazó
y también sentí sus senos
y pienso que fue más bien
la casualidad la que causó
que este pedazo de carne
haya llegado hasta ahí
puteado, ensangrentado
y riendo
y riendo
y riendo
porque escribe
tan bien
porque está tirado
puteado
y alcanza a ver bajo las faldas
y no siente ninguna
erección

viernes, 25 de enero de 2008

déjate caer en mí

La eternidad por fin comienza un lunes.
Eliseo Diego


hoy, Mariela, quisiera ser el mejor escritor del mundo,
el mejor poeta o el hombre más sencillo
con las palabras más simples para poder acariciarte
y abrazarte y que tu nostalgia, que tu tristeza entera
estuviera segura conmigo.

llueve, es lunes y la eternidad llegó a ti a través de
la frialdad de un pinche teléfono que sólo te causó
más impotencia que consuelo. el hombre crea cosas
que después se vuelven en su contra.

quizá si no hubiera forma de comunicarse por este medio
quizá si las cartas siguieran siendo la única forma
de abrazarnos ante la distancia, el aroma del dolor,
el certero golpe de la muerte sería, no sé, menos turbio.

no es la muerte, Mariela, lo que nos duele, lo sabes.
es la vida, las posibilidades, los caminos que se abren
y nos alejan, nos juntan, nos alejan
pero que siempre terminan, en algún punto,
por rompernos la madre. en ellos vamos,
y es el recorrido lo que jode.

carajo, tu rostro se hunde entre las lágrimas
y no deja de ser hermoso, y tus ojos tan tristes
y este silencio con el que te recibo y te beso.
déjate caer en mí, Mariela. te abrazaré,

te abrazo, bajo el sol, en la tormenta,

no dejaré de hacerlo

toda la noche.

miércoles, 16 de enero de 2008

más de un litro de ron

en el silencio de la casa
están los restos de la noche anterior
como si la tubería del desagüe
estuviera rota
huele a ruido y gritos y a la típica promesa
que un cobarde no puede cumplir
cuando dice no tomaré más

mi mujer ha recogido los vidrios rotos
y los vecinos comienzan a detestarnos
y a dejarnos recados con reclamos
como que le bajemos a la música
porque la chica de abajo padece insomnio
y aunque sabemos que eso es terrible
mi mujer sabe que no podemos hacer nada

es difícil concentrarte en algo
cuando tienes vecinos que no pueden
encerrarse en su mundo
y necesitan joder a otros para sentirse
más seguros o menos jodidos
de lo que están

yo le digo a mi mujer que los vecinos
deberían coger más seguido
para tratar de olvidar
el insomnio y a los vecinos
que ponen la música
muy alto o los que hacen
mucho escándalo
cuando cogen sobre el sofá

la otra noche terminé completamente
borracho, como hacía mucho no lo hacía
y me valió madres y sin respetar
al prójimo
puse un disco
de Mozart a todo volumen

hacíamos mucho ruido
y
primero subió la chica del insomnio
a la cual había olvidado
a pedirnos bajarle a la música y mi mujer me veía
cómo la recibía en la puerta
pensando quizá que me la quería ligar
pero sólo intentaba compartirle
un pedazo de la felicidad
que gozábamos
escuchando un concierto de piano
de Mozart
tomando ron y fumando Cohiba
y pensando que el mundo no
estaba tan jodido
como suele
pero la vecina dijo no y se fue
con su insomnio
y yo sentí pena

la música siguió y nosotros seguimos
montados en esos rayos filosos de luz
que suele tejer el elegido de los dioses
en este tipo de piezas,
bebiendo y bailando
y bebiendo y bebiendo
hasta que
el vecino subió

puedes bajarle, dijo o eso creo que dijo
o más bien eso me dice mi mujer que dijo
porque en ese momento la embriaguez era
tan alta en mi sangre más alta que
la música,
y ya mi cerebro se encontraba a muchos
kilómetros del suelo
y bajar suponía un suicidio.

así que no bajé
y resistí
pero no sé qué pasó
y entonces –dice mi mujer,
mientras levanta
un gran pedazo de vidrio- no hice caso
y el vecino comenzó a decir
no sé qué cosas
hasta que lo mandé al diablo
pero
de todo esto,
nada recuerdo

el vecino despareció por la escalera
y parece que yo casi me voy de hocico
por la escalera, pero entré a la casa
y caí de espaldas sobre el ventilador
y no pude levantarme
y entonces arrojé un vaso, y luego otro
y los ruidos
el estruendo y no haber disfrutado
de la música, en unos breves segundos
me transformé en una bestia
y me levanté a romper todo lo que
estaba a mi paso y a proferir una
multitud de pendejadas
a gritar que todo era una mierda
que nuestra especie es una mierda
somos unos pendejos
que no entendemos a Mozart
que éramos unos hipócritas
al tratar de vivir en comunidad
y que preferíamos
estar aislados en casas muy lejanas
unas de las otras
pero que el sueldo jodido que te dan
por trabajar en un empleo jodido
te jode a tener que compartir un edificio
jodido con otra gente jodida y
jodidamente insensible
como uno
porque a ellos les valía madres si
escuchar a Mozart era un sacrilegio
para un tipo jodido
que trataba de soportar algo
como la partida
el dolor
mientras también a uno le valía madres si
la vecina padecía insomnio
o si algunos no cogían lo suficiente
o si no

todo era brillantemente
asqueroso

a nadie le interesa ocuparse
solamente de sus asuntos

después la cruda culera
y saber que uno estaba
hasta la putisísima madre
y que se comportó como un imbécil
y trata de entender
y por momentos
sólo comprender que los abstemios
nunca se darán cuenta
de nada

mi mujer se lava las manos
prende un cigarrillo
y se sienta junto a mí.
me acaricia y me dice
olvídalo todo, estamos juntos.
carajo.

por la noche saco la basura
no hay nadie en la calle.
me siento de la verga
y al mismo tiempo
siento la brisa del mar.

martes, 15 de enero de 2008

escribir es cosa fácil

hoy es martes y las morras de esta playa, a esta hora
en que las discusiones de un periódico mediocre oscilan
entre un encabezado u otro, “es con ‘s’”, dice el editor,
“es sin ‘s’”, dice el corrector como una pelea de ratas
donde sólo Wittgenstein podría ser réferi para reiterar
la suicida manera en la que nos ha tomado el lenguaje
y nadie da el golpe exacto, nadie noquea
y mañana estarán leyendo esta mierda
esos ciegos practicantes de la historia,
sin llegar a nada, sin haberse jugado nada

todo revela un dulce anacronismo en la música
que escucha una de las chicas del periódico,
mientras diseña páginas y exprime su belleza en esas páginas
y pierde el tiempo y su belleza frente a esas páginas
que son la mejor ralea de las mentiras desechables,
de la leche cortada, de la rutina diaria de engañarnos.
a nadie le importa, nadie hace nada para evitar
la burla, la vomitada. discuten por la estructura,
por la sintaxis, carajo, y se olvidan que escribir
es cosa fácil.

pero las morras de esta playa, en esos hoteles de lujo
donde todo se maneja por sensaciones eléctricas
y la soledad parece una estafa dispuesta a abrir las piernas
las fresas muchachas con sus jugosas bocas de fresa
y su acento luminoso, en un departamento de lujo
se sirven un trago para ir preparando el encuentro,
alistan el maquillaje y las ganas de vivir y se perfuman y
sueñan o no sueñan pero sienten que esta noche hallarán
la perla negra incendiada o el diamante brilloso de
la oscuridad: una respuesta a la sensación de vacío
que ha sacudido sus vidas cuando preguntan por algo
y nadie contesta en la habitación.

las mujeres se alistan, este martes -los cazadores
de culos afilan miradas y gestos y manos
y sus palabras repetidas y tontas afilan-, y
beben y fuman y algunas -muchas- se colocan
una raya y todo parece comenzar a brillar en una danza
perfecta en el fondo del salón principal del infierno.
este martes el hongo sagrado del cielo dispondrá
su sangre y habrá alcohol gratis para todas ellas
en los mejores bares de la ciudad.
y todas ellas estarán calientes y todas ellas
estarán dispuestas a perder el maquillaje
la ropa, pero sólo algunas esa ilusión sembrada
en las esplendorosas tardes de su infancia.
vaya mujeres, vaya incorruptible belleza.
puta ilusión.

bebo una cerveza y las miro pasar. es media noche
y ellas son casi más perfectas que los fragmentos
poéticos de safo o que la muerte de una flor
en la soledad del asesino. Para ellas la escritura
también es cosa fácil, lo saben y acuden al placer,
a los crudos orgasmos que les faltan.

un camión de cerdos

la gente tiene maneras de hablar
perpetuos argumentos de piedra
énfasis de moda para ofrecer un café
un té helado, las migajas de un espero
que te sientas cómodo y un trago
acentos
que pretenden estrechar la mano
abrazar, dar confianza.
La gente expresa admiración cuando
el otro le dice algo importante de su vida,
algo triste o algo estúpido, pero la gente,
cualquier fulano expresa admiración ante
las palabras del otro
a pesar de que le importen un carajo
las palabras del otro

la gente aparenta en las oficinas
en la escuela, en los centros comerciales
en las salas de espera, en los velatorios

me sirvo un trago de whisky
en el bar donde un hombre aparenta
estar atento a la conversación de una mujer
que se emborracha quizá porque nada
le ha salido bien en la vida
y ahora busca justificar su existencia
al estar con aquel tipo que le mira las tetas
cuando ella levanta la vista y que no deja
de mirarle el culo cuando ella se va al baño
y parece que la escucha, finge, y ella
también finge, acepta, sabe que es así

bebo en este bar después de un día terrible
en el trabajo, porque los jefes nos llamaron
a una junta para quejarse por el mal
desempeño que tenemos y nos exigen
y nos reclaman y hay quien les contesta
con igual odio, con igual exigencia, reclama,
reclamos, los jefes y los empleados
fingimos discutir, fingimos que nos importa
y cualquiera se siente lastimado,
mientras en la calle pasa un camión
transportando puercos a través de un sol
esplendoroso, un camión de cerdos
a través de un caribeño sol espectacular

hay incluso quien cree que tiene razón
y es capaz de tirar de una cuerda
para hacer sonar una campana
y es capaz de encerrar a un niño
en el cuarto oscuro del baño
y es capaz de matar a su mujer

la mujer en el bar ya está borracha,
se limpia las lágrimas, el tipo se limpia la boca
y le dice algo al oído, un dulce improperio
y ella ríe y se levantan y desaparecen
para siempre de mi vista

viernes, 11 de enero de 2008

el sonido del refrigerador

I

siempre termino por
arruinarlo todo,
mi boceto, mi rostro,
los huesos, la lámpara
rota del cuarto, ese radical
sentimiento
atravesando mi hígado,
me voy de hocico
sólo me acicalo y me
boicoteo y después
no sé cómo
empezar, seguir; me arranco
lo curtido, la canción.
me hago roca para tropezarme.
me escupo sin darme cuenta,
como un tonto, ciego,
me escupo.

sin embargo
tú te quedas quieta,
mirándome.
no dices nada.
no es necesario
decir nada.

el terrible sonido
del refrigerado
se vuelve navaja y corta,
su constante sonido
marca el paso
del tiempo, y no logro
salir del callejón
en el que enterré
este delirio, mi silencio.


II

detestas que hable
de otras mujeres,
no importa si estoy borracho
o crudo o sobrio, detestas
que hable de cualquier mujer
que se haya orinado
en mi vida, hace mucho
que me haya
regalado
luminosas historias húmedas
a mí, este pobre borracho que
se vomita en su soberbia
que no puede aniquilarla.

tampoco soportas
ese poema invisible
sobre la mujer que
inventé cuando
estaba solo.

III

la noche circula
por el departamento
como una cabra
que se encamina
al matadero,

el libro sagrado
se quema en la estufa

el paso del tiempo
en ese sonido
del refrigerador
parece burlarse
de nosotros.

martes, 8 de enero de 2008

una noche en la feria

el camión se detuvo en el semáforo
y pude ver las luces de la feria
como viejas naves espaciales
del tercer mundo

una feria pobre,
para un barrio de un pueblo
latinoamericano pobre
y también nosotros
teníamos pocos pesos
ningún hijo, mucho tiempo
para besarnos en los camiones
en las calles o en el mar

vi por la ventanilla
las luces de los juegos
las sombrillas voladoras
subir y bajar entre el polvo
y los corridos de narcos
que eran asesinados
y su sangre tenía el color
del heroísmo, esos héroes
tan latinoamericanos
y sus muertes
alrededor de las cuales
bailaban hombres borrachos
con mujeres de tierra
y fuego y secretos

quise tomarte de la mano
y bajar corriendo a los juegos
por un momento
nos vi caminando por ahí
entre niñas y niños
con la ropa manchada de salsa
y el olor a fritangas y elotes
el aroma de familias quemadas
por otra forma depravada
de la esclavitud y
que luchan, lo intentan,
y parecen felices
a pesar de
las falsas historias
del bien y del mal

llevábamos
una botella de vino
y un six de tecates

nada podía suceder
así que me levanté
y te jalé

las luces, la triste feria
de una ciudad jodida
nos esperaba

no se trataba de salvar
nada
en ese entonces
como ahora

era cuestión
de jugar
y divertirnos