martes, 15 de abril de 2008

postal de muchachas en la playa

en la playa un par de muchachas juegan con la arena.
entran al mar vestidas y luego se sientan a jugar.
calculo que han de tener 17 ó 18 años
y se ríen o sonríen como si el mundo fuera tan sólo
ese pedazo de playa, donde el cielo es azul
y el mar turquesa roba el resplandor de la selva
y el viento acaricia las palmeras y el rostro.
las gaviotas planean sin poder escapar de su vuelo
y el sol es embriagadoramente cálido
y ellas sonríen así nada más porque sí.
como si el mundo fuera un grano de arena
donde no existe ningún hijo de puta,
como si ya no hubiera sujetos que tras esta playa –
donde también se ven niños que gritan y corren
dándole la exacta dimensión al domingo-
se pudren en goteros de soledad o de alegría.
cuando caiga la noche ellas se habrán ido y
la arena, con ayuda del viento, volverá a recuperar
el lugar exacto de la incertidumbre.

hotel la Roma

en esta habitación estuvimos
muchas veces.
entrabas y la recorrías con
pequeños saltos,
con la botella de vino
en tus manos y una flor.
yo imaginaba lo que
nos esperaba.
adivinaba tu ropa interior,
tu carne.
abrías las cortinas, mirabas
la calle y
siempre decías cosas como
me gustaría que lloviera
o
podremos quedarnos hasta
el amanecer.
ese era el único momento
del día o la noche
iluminado, esas
las únicas palabras
que valían la pena.

el tipo de la recepción
nos conocía.
entonces, obvio, todo
era distinto.

ahora que me vio se
acordó de mí
y aunque sólo dijo qué sorpresa,
usted aquí,
su mirada lo dijo todo
al ver a otra mujer
a mi lado. Ella no salta,
no mira por la ventana.

la habitación sigue siendo
la misma.
todo está en el mismo lugar.
incluso ese
profundo perfume a burdel
sigue aferrado a las cortinas.

miércoles, 9 de abril de 2008

nada es para siempre

recién llegada de su ciudad
atascada de iglesias,
al principio bebía cerveza
con timidez
junto a mí y otros tipos
que mentaban madres
del trabajo que no dejan

me dijo su nombre
sin importarle que mirara
con lujuria
sus senos que parecían
a punto de reventar

bebimos mucho

una banda inglesa
de rock
inundaba la Fe
mientras los tipos
contaban historias
de mujeres que los
habían dejado

en algún momento ella
me preguntó si tenía coca
luego me contó que era
pintora y que fue
becaria del Fonca
hace mucho tiempo

se me fue la inspiración,
me dijo, por eso estoy aquí

bebimos mucho

he olvidado su nombre
lo que me dijo del arte
el color de sus ojos
pero no sus senos
ni esa banda de rock
que sonaba en el bar

no era precisamente
hermosa
pero era demasiado
hermosa

para mí

martes, 8 de abril de 2008

aún estamos a tiempo

la vida no está en esas fiestas de gala
con esa gente importante
con esos vestidos brillosos, subiendo
y bajando de coches último
modelo -aunque siempre
me han gustado los convertibles
a toda velocidad, en carretera.
te decía eso, mujer, antes te hablaba
al oído y te pedía que no fueras
a esos eventos de mierda
que de nada servía perder el tiempo
ahí
hablando con gente idiota,
de cosas idiotas
sonriendo como idiota. igual de
fracasados
o más. la vida no está ahí, te decía
cada fin de semana, cuando
me dejabas borracho y te largabas
con tus amigos famosos, para salir
en los diarios
abrazada de la señorita palacio
y del humanista de lujo.
la vida no estaba ahí, mujer,
siempre te lo dije.
y ves, toda esa gente se ha ido,
te han dejado sola, aburrida,
destrozada, en tu casa.
traicionada.
ya nadie te llama, mujer,
nadie. siempre te dije, cuidado
no vayas ahí, mejor corrámonos
en un descapotado
modelo 70, en uno de esos coches
que coleccionaba tu padre,
larguémonos a toda velocidad
por las carreteras del sur
a cualquier hotel de por ahí,
a cualquier motel de
esos donde las putas
han dejado de soñar y sin embargo
ofrecen caricias como incendios.
uno de eso moteles de carretera.
vámonos por ahí, te decía, pero
nunca me escuchaste, y ves, mujer,
ahora estás en tu casa, tan sola,
escuchas el paso del tiempo
en la gotera que no piensas corregir;
en esos discos que ya no sirven de nada
y vas a clases de cocina,
a clases de francés
y vas al yoga, lo intentas y
yo te digo, mujer,
una vez más,
la vida no está ahí.

cuna de Moisés

hay que ser lo suficientemente imbécil
para creer que las cosas van a cambiar.
el sol escurre por los pasillos del edificio
y las sombras son un mapa
donde es posible encontrar el olvido.
la planta que me regaló la mujer
que me he estado cogiendo las
últimas noches, tiene dos flores más.
en verdad que son hermosas.
en verdad que, de alguna forma, las envidio.
el calor encabronado es un grito
pegado al cuerpo;
me hace sudar y los chorros tóxicos
de alcohol de la noche anterior
me orinan un olor insoportable.
pero la mujer que me he estado cogiendo
también las últimas tardes
se acerca y me besa los brazos, el cuello
y me dice que no se quiere separar de mí.

escucho la misma canción que hace varios años
me abrazó y acarició
como a una perra enferma,
mi tristeza. no sé por qué
pero siempre he sido un tipo lo
suficientemente triste
como para recibir, de vez en cuando,
un abrazo –si acaso alguien cree que
eso podría resanar las perforaciones
de un corazón que se pudre- o como para
volverme insoportable. escucho la misma
corrosiva música de hace varios
años, Leonard Cohen, Gotan Project,
The Cure, y me doy cuenta que,
salvo por ciertos detalles como
el cansancio y la intolerancia
que han crecido como esas cunas de Moisés,
las cosas siguen siendo igual.

la mujer que me ofrece su clítoris hinchado
y caliente, también por las mañanas,
riega la hermosa planta que me regaló
después de una noche en que las ambulancias
inundaron con su escándalo esa parte de
la película
donde yo fui el villano.
la mujer que se ha bebido mi semen
me mira sonriente con el sol montado
en su carne. en su sombra
también juega el olvido
su última carta y me espera,
sin mandamientos. es otra flor.