miércoles, 21 de noviembre de 2012

este errar de inmediatez

uno siempre termina equivocándose, abre puertas falsas.
las puertas son pedazos de madera sin sentido.
nadie justifica los errores ni nadie los implanta.
las cafeteras y los televisores se descomponen.
hasta el vacío tiene en sus entrañas la caducidad.
la comida se pudre en el refrigerador.
las mariposas han olvidado este jardín, donde bailamos.
ya no les importa. los ventiladores siguen encendidos,
a pesar del frío y el cúmulo de ausencias.
la naturaleza marcha al ritmo de un violín decapitado.
la magia de las pequeñas cosas, los sucesos esparcidos
entre el insignificante polvo de los objetos cotidianos,
la lluvia y la ropa colgada en los luminosos callejones
al borde de las lubricadas y sucias azoteas
contienen el carácter de un abismo afilado con la piedra
de la madrugada. en el horizonte va el cuerpo
de la mujer perdida. las casas abandonadas hace muchos años.
las diminutas habitaciones preñadas de odio y soledad.
en nuestra calle, en nuestra colonia, en nuestra ciudad
de amorosos devastados y perdidos, alcohólicos y fracasados.
me gustan las cáscaras de naranja cayendo de tus manos. 

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