viernes, 10 de agosto de 2007

Sueño contigo

Abrí tu video la otra noche. Lo habías mandado por correo
hacía dos semanas, pero estaba de vacaciones y esos días no
me acordé de ti. Quizá en algún momento pasaste por
mi cabeza, pero no me di cuenta porque la lluvia en el desierto
y el calor de las gotas y yo bajo el techo de palma, con un café,
frente al mar. Un café amargo y caliente, como te gustaba;
un mar oscuro como cuando te conocí; y música:
The dream is over.

Después de ver tu video, me quedé callado mucho rato;
sólo escuchaba la canción: The earth died screaming,
while I lay dreaming of you –esa voz bañada en el alcohol.
Sigues siendo como hace diez años, el fuego del agua
que bebo en los sueños, junto a otra mujer, en otro
portón un chingo de veranos después; también el llanto
de las llamas del sol. Repetí tu video casi toda la noche.
Se me hizo un nudo en la garganta, tuve un dolor en las
costillas y mis brazos como remos abandonados muy lejos
de tus olas, se volvieron pesados. Tus manos en tus senos,
tú en la pantalla tocándote el clítoris, tus ojos como
la misión perfecta de un atardecer mojado, en la selva.
Quise llamarte o mejor compartir contigo el aroma de esa
flor que se apagaba, gloriosa y tonta, en mi escritorio .

Me la pusiste como un poste, mujer, siempre me
calentaste así y, frente a tu imagen, me la saqué
para hacerme una maravillosa puñeta. No era sexo
virtual. Mientras me la jalaba escuché un llanto
terrible y por un momento pensé que era yo, pero
yo ya no existía sino en el antojo desesperado de
cogerte y tenerte abajo encima, hasta grabarme
para responderle a las espeluznantes esperanzas
de tus labios mojados: un sujeto solo que escucha
a Tom Waits y sueña con volver a emborracharse
contigo y abrazarte, como si tuviéramos 21 años
otra vez y los demonios fueran dulces de azúcar,
como si el destino nos diera otra oportunidad,
toda la noche.

Últimamente he hablado mucho de la ropa interior
de las mujeres. Algunas flores me traen a la memoria
los pasillos de tu casa. Sigo siendo un ordinario
sin importancia cuando miro el culo de las chicas
y me da risa recordar cómo una noche, llena de rabia,
me llamaste tu dulce perdedor. Sé que enviaste
ese video porque te sentías sola y extrañabas los abrazos
y los besos de cualquier hombre o sólo por chingar.
Eras más que un ángel, eras algo más allá que la verdad
gimiendo en la pantalla; me hiciste polvo el corazón.
Pero mujer, dulce demonio de mis días, aunque hayas
enviado ese video sólo por joderme, neta, gracias
por aparecerte nuevamente por aquí.

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