martes, 8 de abril de 2008

cuna de Moisés

hay que ser lo suficientemente imbécil
para creer que las cosas van a cambiar.
el sol escurre por los pasillos del edificio
y las sombras son un mapa
donde es posible encontrar el olvido.
la planta que me regaló la mujer
que me he estado cogiendo las
últimas noches, tiene dos flores más.
en verdad que son hermosas.
en verdad que, de alguna forma, las envidio.
el calor encabronado es un grito
pegado al cuerpo;
me hace sudar y los chorros tóxicos
de alcohol de la noche anterior
me orinan un olor insoportable.
pero la mujer que me he estado cogiendo
también las últimas tardes
se acerca y me besa los brazos, el cuello
y me dice que no se quiere separar de mí.

escucho la misma canción que hace varios años
me abrazó y acarició
como a una perra enferma,
mi tristeza. no sé por qué
pero siempre he sido un tipo lo
suficientemente triste
como para recibir, de vez en cuando,
un abrazo –si acaso alguien cree que
eso podría resanar las perforaciones
de un corazón que se pudre- o como para
volverme insoportable. escucho la misma
corrosiva música de hace varios
años, Leonard Cohen, Gotan Project,
The Cure, y me doy cuenta que,
salvo por ciertos detalles como
el cansancio y la intolerancia
que han crecido como esas cunas de Moisés,
las cosas siguen siendo igual.

la mujer que me ofrece su clítoris hinchado
y caliente, también por las mañanas,
riega la hermosa planta que me regaló
después de una noche en que las ambulancias
inundaron con su escándalo esa parte de
la película
donde yo fui el villano.
la mujer que se ha bebido mi semen
me mira sonriente con el sol montado
en su carne. en su sombra
también juega el olvido
su última carta y me espera,
sin mandamientos. es otra flor.

No hay comentarios: