miércoles, 29 de octubre de 2008

mis libros se pudren en cajas de cartón

a veces pienso que no he leído lo suficiente
y que el tiempo para leer es más reducido;
como las fichas de dominó que se terminan
cuando la decepción lleva la mano.

miro los estantes de mi biblioteca en una habitación
por donde una mujer desnuda caminaba
con su taza de café en la mano y el otoño en la espalda
sonreía a través de la ventana, y la mota nos hacía reír
al penetrar en versos excesivamente barrocos.

estos días me gustaría regresar a esa vieja biblioteca,
una vez más, en aquel departamento del centro
del Distrito Federal, donde fue posible ignorar el mundo
y fue posible llegar al fondo de los sueños y encontrar
el tesoro de los placeres y la eterna juventud.

ahora el café está frío y escucho canciones desesperadas
y miro las paredes blancas y pelonas de este departamento
donde dan ganas de ponerse a grafitear de una vez.
pero el departamento me lo ha prestado un amigo y la neta
no lo voy a joder.

mis libros se pudren en cajas de cartón, son presa fácil
de la humedad y sus hongos invencibles, y yo no sé
cuándo podré tener otra vez un espacio para acomodar
esos objetos que, finalmente, no me han abandonado.
quizá termine por venderlos o regalarlos a la primer chica
que toque esta noche a mi puerta. sería suficiente.

el viejo Miller escribió en una habitación de París,
que en este desmadre de lo que se trata es de resistir y
de lograr leer cada vez lo menos posible.

no sé cómo terminar este poema. lo miro con el morbo
de un cuerpo deforme y me pregunto qué diablos significa
lo menos posible, qué diablos es suficiente. no lo sé.
las grandes luces que tratan de dominar el reino de la noche,
tampoco conocen la respuesta.

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