viernes, 26 de junio de 2009

patín del diablo

jugaba con su patín del diablo,
con sus amigos en bicicleta.
se dejaban caer por la rampa
que está en la entrada de la casa
donde escribía y me emborrachaba
y abrazaba a mi mujer después
de discutir o hacer el amor.

aquellas tardes y noches
de aparente equilibrio
infinito.

tendría unos seis o siete años
y vivía en la esquina de esa calle
que desembocaba en el mar.
nunca supe su nombre.
(ni el de sus amigos).
él tampoco supo el mío.
(ni el de mi mujer).
así es mejor.
sólo jugaba en la rampa y se dejaba
caer y corría una y otra vez
a través de tardes calurosas o frías,
a pesar de la lluvia,
para volver a tirarse hacia algo
que pudo ser lo más importante
de su vida.

el mar era para él algo común,
inevitable como la basura
o como el cielo.
no tenía la menor importancia.

a veces me veía llegar.
al principio le daba miedo,
inmediatamente
se alejaba. luego me saludó.
se acercaba a contarme
sus derroteros en el patín
del diablo,
alguna persecución fallida
tras sus amigos en bicicleta.
alguna vez me pidió dinero.

me miraba como si pensara
que me importaba lo que decía.

entonces aquellos tipos trajeados
y la policía.
en la esquina hubo gritos, insultos,
llanto. desalojo.

no volví a verlos a él
ni a sus amigos.

mi mujer se encabronó
cuando encontró la ropa sucia
llena de hormigas.
había olvidado en una camisa
una paleta.

no tolero mucho a los niños.
aquel chamaco, sin embargo,
me hizo entender.

la rampa volvío a estar vacía
como la luz de las tardes
desmoronándose sobre el asfalto.
como yo.

1 comentario:

Marcos García Caballero dijo...

ARTURO: BRODER, qué va contigo, ya leí lo que publicaste sobre mí en resp0uesta, son muy certeras tus palabras, acá te sigo difundiendo.

Va un apretón de manos.

Marcos García Caballero