lunes, 27 de enero de 2014

desde la oscuridad de mi vida

no quiero exagerar ni ser solemne
cuando pienso en ti
pero es imposible no caer en eso.
me enfrento a tu imagen
a los jardines que fuiste
a los mares y las tormentas
a tu nombre luminoso
como una explosión
en una noche tranquila.
debería callarme y no puedo.
era necesario conocerte
para que brotaran las flores
y los cantos en la oscuridad
de mi vida.
con el respeto que mereces
te invoco y te nombro
y repito tu nombre en silencio
su silabeo literario
su intermitencia de feria
su fugacidad de mil quetzales
poética de los ríos y las montañas,
mineral de lunas y de soles
tema artístico eso siempre te lo dije
quieras o no es una de tus condenas
más allá de tu muerte.
miles de libros y poemas
composiciones  musicales
cursis baldas de rock le han usado
como a una puta, tu nombre hermoso
si lo escribiera, tendría que destruir
esta página, ahora,
aunque sólo pretendiera acercarme
al poema que siempre has sido
aunque estés tan lejana
como las únicas tardes en que fui
indestructible. te decía:
pienso en ti y te recuerdo tanto
a cada instante y cada vez más
como una vieja película
que recién vi el pasado fin de semana
la historia de una antigua novela
que leí hace unos días.
y sin embargo, fuiste tan real
o más que esta cerveza. te tuve
en mis brazos, acaricié tus lunares
tus senos tu vientre tu sexo
perfectos como una playa virgen.
nos prometimos un chingo de cosas.
más de las que debimos prometer
más incluso de las que pudimos
haber cumplido.
y nos rompimos la madre.
nos hicimos tanto daño.
nos destruimos.
nada más y nada menos.
pero fuimos felices, preciosa,
inventamos la tristeza
sin necesidad de mascotas
ni niños muertos.
los cielos grises de la desesperación
la angustia provocada por ciertas ciudades
conquistadas por la incertidumbre.
estábamos locos, amor mío,
más locos que los asesinos solitarios.
mujer mariposa, mujer caracola.
estábamos locos el uno por el otro
y dispuestos a ganarle al destino
la partida. recuerdas?
nos sentíamos muy chingones
que todas las podíamos
los dioses y el infierno no la pelaban. 
éramos dueños de los hoteles
de la ciudad. 
los dílers jamás nos fallarían
el vino siempre estaría al punto.
fumar entre uno y otro
orgasmo. recuerdo aquella noche.
el porro frente a la Fuente de Cibeles
cómo te pusiste loca
y lloraste por el divorcio de tus padres
y te besé y terminamos cogiendo
en al auto y riéndonos de las pendejadas
de todos los adultos.
recuerdo cuando viajamos al corazón
de la sierra mazateca,
a nuestro arcoiris nocturno
aquel viaje en autobús y túi dormida
en mi pecho
entre neblina y curvas
infinitas
un viaje sin regreso
y al volver, tu calle mojada
y nuestros latidos unidos para siempre.
tu mochila al hombro
los pantalones manchados de lodo.
nos entregamos más allá de lo posible.
me enseñaste que soy como el fuego:
todo lo que toco termino por quemarlo.
y ahora te pienso, otra vez,
en esta hora en la que el suicidio
es una dulce posibilidad,
y no te extraño, amor,
pero, carajo, cómo me siento triste.

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