sábado, 6 de diciembre de 2008

atardece como un lento alacrán

en esta calle sucede el mundo vestido de paredes grafiteadas
y autos descompuestos y nadie camina por ahí
si a caso una mujer me esperara, una mujer capaz de darlo todo
en esta calle brilla el asfalto en esos pedazos de cristal
migajas de un sueño oscuro
en esta calle hay una mujer con sus dos hijos en la sombra
es inclemente el calor de este verano
son las cuatro de la tarde en mi recuerdo
–las cosas sólo existen cuando se recuerdan-
en esta calle hay perros y gatos perdidos y no les importa
si eres tú o yo o la mujer más buena del mundo
quien camina y es posible la pérdida al doblar la esquina
si acaso una mujer estuviera dispuesta a jugarse todo
a dejarlo todo por mí
en esta calle parece que no sucede nada, pero sucede el mundo,
lentamente,
como suceden los aniversarios o las olas en unos ojos grises
o el odio en unos brazos abiertos
la guerra y la paz también están aquí, imperceptibles, a ciegas
el nombre de cada día habita la calle,
el nombre de cada mes, algunos años
antes esto era selva y sudor de selva y alaridos
antes esta calle no era la línea de la vida en la mano de este mundo
pero, de algún modo, también ya lo era
en esta calle la derrota está borracha y canta a grito abierto
canciones de Agustín Lara o de una banda llamada Los redondos
y me pregunto por José Alfredo, carajo,
y hay quien recuerda una patria del tamaño de otra calle
donde la felicidad dejó de fundar la hipocresía
y trata de cortarse las venas
y también hay quien sólo se da cuenta de lo inútil que es tramar
cualquier venganza contra su destino
y lo acepta como una rola en vivo de un tal Jimi Hendrixs
y simplemente enciende un cigarro y mira
por la ventana las alcantarillas del sol,
y escupe sobre la sangre de la tarde, otra vez la tarde
la fórmula mágica del vacío

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