jueves, 11 de diciembre de 2008

un sueño dentro de otro sueño

te soñé, te soñé, carajo, otra vez,
no me pasa como antes, pero
pasó, ya sabrás, muy neto
que hasta te confundes –
los poetas chinos lo saben-
nos encontrábamos en
la casa tuya de ese sueño mío
un departamento de principios
del siglo XX
con muchas ventanas y libros
y plantas verdes
y muebles de madera
yo te decía que te estaba buscando
y tú me contestabas que me esperabas
desde hacía tiempo
que sabías que regresaría
y podía tocar tu pelo, sentí tu olor,
otra vez, como tantas veces
y estaba excitado y tú también
y te abrazaba y tú te dabas la vuelta
y te bajabas el pantalón
me decías que desde hacía mucho
esperabas mi regreso
tu piel blanca y eras pequeña
y tocaba tus nalgas
te levantaba la blusa y tocaba
tus senos, otra vez,
el peso de tus senos de sueño
en mis manos de sueño
alguien nos espiaba desde
otra habitación, yo lo sabía
pero nosotros fornicábamos
desesperados
por todos los años que no lo hicimos,
te doblaste hacia adelante
y cogimos, desesperada y tiernamente
tu pelo se movía en tu espalda
sentí tus nalgas frescas en mis piernas
era maravilloso
en un cuarto con cortinas blancas
agitadas por un viento agresivo
quedábamos exhaustos y sudorosos
y nos reíamos y después de vestirnos
yo te decía que no había pasado
un sólo día sin pensar en ti,
que no te había dejado de amar,
te pedía perdón, volvamos
y tú me tocabas la cara, veía tus ojos,
otra vez,
el ámbar despiadado de su bondad
y me decías tú eres el único hombre
al que he amado
y nos abrazábamos lascivos
y me sentía feliz al ver tu sonrisa
de sueño
salíamos del cuarto o el cuarto más bien
desaparecía y aparecía otro
un pasillo donde estaba la mujer
que nos espiaba
llevaba una bata puesta, una bata
que en ese momento supe que era tuya,
aunque era fea
y la mujer estaba enojada y exaltada
yo trataba de tranquilizarla
ella me pedía que te explicara lo nuestro
y yo te decía, espera, no hagas caso,
espera,
la otra mujer insistía y yo le decía calma
que a ti no tenía nada que explicarte
más bien ella no tenía nada que hacer ahí
y le pedí que se fuera
pero tú comenzaste a agarrar tus cosas
tenías que irte, tenías un compromiso
yo sabía que no tenía que dejarte ir
me quería ir contigo
o teníamos que quedarnos de ver
en cualquier otro lugar
un parque una plaza una esquina
una calle, algo para encontrarnos
más tarde,
pero fue inútil, porque era un sueño,
y te fuiste, sin despedirte
y yo me quedé ahí y la mujer seguía ahí,
con tu bata
mirando por una ventana
y yo me sentí triste y después todo cambió
iba en una especie de isla flotante
por el atlántico, cruzando países,
en la isla había gente contenta
no hacía falta nada
había árboles frutales y
botellas de vino y fiesta
cavernas y tipos prehistóricos
pero yo me sentía solo
encontré a un sujeto que según
era Jesús, con una túnica y
saliendo de una caverna
traía unos clavos oxidados en su mano
y me decía que era jodido que jamás
se los hubieran cambiado
y caminaba y desaparecía
de pronto un grupo de música
andina, de perú
y yo pensaba en ti, en que te había
visto y que te habría de encontrar,
otra vez,
entonces me desperté,
sentí el brazo de mi mujer
me abrazó con tanta ternura
y se acomodó en mi costado
llovía y hacía mucho viento
un viento y una lluvia
decembrina y mucho frío
luz de las siete de la mañana
por un rato me quedé pensando
había tenido un sueño hermoso
un secreto entre tú y yo
y supe que tenía que escribirlo
estampar el sueño de un sueño
dentro de otro sueño
aunque no tenga sentido y todo
se vaya a la mierda
como nos pasó a nosotros
y entonces abracé a mi mujer
ella también soñaba y
sentí su calor y su olor de hembra
dormida
y unas terribles ganas de llorar
invadieron mis ojos

1 comentario:

Anónimo dijo...

La vida es un sueño y los sueños, sueños son.