jueves, 19 de agosto de 2010

disfrazada de muerte


eran algo más que duros, aunque sin tener verdadera dureza
William Fulkner


tenía los cabellos castaños,
como el bramido de una yegua
en el desierto.
la cara flaca y huesuda, siempre
de frente. algunas veces inclinada
hacia el suelo
ligeramente por debajo de su cuello,
como esperando encontrar
algún insecto extraño.

a pesar del frío que pudiera sentirse,
en invierno, usaba faldas pequeñas
y blusas de tirantes.

sus ojos parecían los duros ojos
de la nieve o, acaso,
los ojos de vidrio azul de un animal
de trapo
tirado en la cama de una palabra solitaria;
eran algo más que duros,
aunque sin tener verdadera dureza.

era alta y esbelta como una noche
maravillosa y llena de suerte,
donde todo es posible. incluso,
sentir que no terminará nunca;
incluso, las revelaciones blancas
de todas las locuras.
como una larga sinfonía a lo largo
de los siglos de polvo y de cristal.

por eso me acerqué y le invité un trago.
por eso me arrojé sin pensarlo dos veces
a buscar su cuerpo, entre todos los demás.
a pesar de lo intoxicado que estaba
a pesar de no tener la menor cordura.

ella estaba disfrazada de muerte, para mí.

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