lunes, 10 de octubre de 2011

sin rumbo y sin domicilio


no voy a mentir: a veces te echo de menos como un adicto.
no sé por dónde empezar con este titubeo,
con este temblor parecido al de los crudos.
todavía recuerdo tu número telefónico.
y a veces, cuando camino por la calle,
hay perfumes que acuchillan mi memoria 
con tu manera de caminar 
desnuda por el cuarto de un motel. 
pienso en tus bragas en tus tangas  
que me ponían como un dios alcoholizado.
tus tangas manchadas y olorosas a sexo.
tu clítoris cuyo sabor existía solo cuando lo chupaba.
tus ojos fríos e indiferentes que me dieron un rostro.
tu manera de fumar, sentada, bajo un sol espectacular,
ante el paso sin sentido de las nubes y la gente.
sentada siempre con las piernas abiertas bajo la mesa. 
me volvías loco. 
mucho más que una buena dosis de coca.
sólo pensaba en cogerte. en el cine o en el parque.
sólo quería llevarte a un hotel. cogerte sin parar.
como un tren que no se cansa de dar la vuelta al mundo.
soñabas con ser famosa y me platicabas de los atardeceres 
esplendorosos que aguardaban por ti
en tu futuro lleno de maletas y fotografías.
pero en esas charlas a la luz de un bar donde tocaban
covers de Lou Reed y los Pistols, tu aliento a whisky
me ponía otra vez como una bestia embravecida de celo.
sólo entonces, el cuarto de un hotel de paso podía curarnos.
nuestro imperio. no era necesario nada más.
entonces eras una niña perdida como yo.
y avanzábamos desnudos en esos cuartos de hotel
que serán para siempre el sueño perfecto del vicio.
junto a los barrancos de la vida.
guiados tan sólo por el sol oscuro de nuestros instintos.

a veces te echo de menos como un adicto
que miente a todos y dice que se ha recuperado.

No hay comentarios: