no voy a mentir: a veces te echo de menos como un
adicto.
no sé por dónde empezar con este titubeo,
con este temblor parecido al de los crudos.
todavía recuerdo tu número telefónico.
y a veces, cuando camino por la calle,
hay perfumes que acuchillan mi memoria
con tu manera de caminar
desnuda por el cuarto de un motel.
con tu manera de caminar
desnuda por el cuarto de un motel.
pienso en tus bragas en tus tangas
que me ponían como un dios alcoholizado.
que me ponían como un dios alcoholizado.
tus tangas manchadas y olorosas a sexo.
tu clítoris cuyo sabor existía solo cuando lo chupaba.
tus ojos fríos e indiferentes que me dieron un rostro.
tu manera de fumar, sentada, bajo un sol espectacular,
ante el paso sin sentido de las nubes y la gente.
sentada siempre con las piernas abiertas bajo la mesa.
me volvías loco.
mucho más que una buena dosis de coca.
me volvías loco.
mucho más que una buena dosis de coca.
sólo pensaba en cogerte. en el cine o en el parque.
sólo quería llevarte a un hotel. cogerte
sin parar.
como un tren que no se cansa de dar la vuelta al
mundo.
soñabas con ser famosa y me platicabas de los atardeceres
esplendorosos que aguardaban por ti
esplendorosos que aguardaban por ti
en tu futuro lleno de maletas y fotografías.
pero en esas charlas a la luz de un bar donde tocaban
covers de Lou Reed y los Pistols, tu aliento a whisky
me ponía otra vez como una bestia embravecida de celo.
sólo entonces, el cuarto de un hotel de paso podía
curarnos.
nuestro imperio. no era necesario nada más.
entonces eras una niña perdida como yo.
y avanzábamos desnudos en esos cuartos de hotel
que serán para siempre el sueño perfecto del vicio.
junto a los barrancos de la vida.
guiados tan sólo por el sol oscuro de nuestros
instintos.
a veces te echo de menos como un adicto
que miente a todos y dice que se ha recuperado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario