domingo, 23 de diciembre de 2012

VI

hace cuatro años, mientras fumaba un cigarrillo,
pensé en las olas y en el frío. en los viajes
que jamás entonces ni ahora he realizado ni haré.
en la ciudad y en las canciones más hermosas
del mundo. en tus besos en tus senos en tu humedad.
en los platos rotos y en la sangre y en la muerte.
era como si todo aquello lo hubiéramos por fin
superado. completamente. entonces –hace cuatro
años-, tú estabas en la habitación, bajo las sábanas.
en braguitas. esperándome. esa noche recordé 
nuestra maravillosa patria de soledad y fuego. 
nuestras canciones. nuestra pobreza enterrada 
con besos y caricias y promesas de arena.
nada más nos importaba. como en aquella madrugada.
y me emborraché, en el patio de casa.
y cuando arrojé la colilla del cigarro me dije, cabrón, 
quita esa cara de idiota, todo es chingón en esta hora.
no seas mamón, me dije, y sonreí como imbécil,
sin importar por qué. a pesar de las gaviotas perdidas
y el infierno de la ciudad. sin presentir siquiera
hacia dónde dirigía mis pasos. y mírame ahora,
tras estos cuatro años, sin poder evitar los callejones
de la memoria, los pensamientos solitarios, la costumbre
o el destino, aparentemente distinto.
disfruto tu imagen y la imagen de haberte disfrutado,
en la calma de esa noche -y en tantos y tantos otros
momentos no menos eternos de sol y luna-,
y agradezco a la vida
porque las cosas también han sido de otro modo.

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