jueves, 8 de octubre de 2015

en una playa del Caribe

hace un frío de la chingada,
en esta ciudad.
los relojes están por encima
de algunos abrazos.
la mierda bajo las calles,
los fantasmas de la guerra,
las extorsiones y la masacre.
uno no puede estar tranquilo.
miro la noche que le prende fuego
al absurdo vacío de mi existencia.
los dientes duelen.
los huesos duelen.
los refugiados que llegan cada día.
los que se van.
he perdido tantas posibilidades.
y otras tantos lagartos sueños que se ahogan
ahora mismo.
en el lodo de una teoría sobre las razones.
no hay nada.
miro la calle cubierta de colillas.
las vías cubiertas de colillas.
las estaciones llenas de vidrios rotos.
las putas tampoco son felices aquí.
en esta ciudad de parabrisas intermitentes.
de cafés y comida rápida.
de bares hechos de susurro.
la gente da de comer a las palomas.
las manos tiemblan.
los cuerpos no hacen ruido.
tanto apuro.
muebles tirados a la basura
retratos besos palabras.
los pescadores pasan la tarde junto al río.
largos periodos de silencio.
cisnes y gansos en la orilla.
el cielo se cubre de patos que inician su viaje al sur.
el norte se llena de brisa y frío.
niebla abrigos cielos grises.
faltan abrazos calientes.
las hojas se ponen naranjas rojas.
como soles que empiezan a morir
preciosamente sanguinarios.
la historia de la humanidad es una farsa.
el viento acuchillas la memoria.
el recuerdo de esos ojos cerrados
en una playa del Caribe.
la memoria quema la boca.
la sangre. lo callado.
no hay salida.
ahora mismo la noche persigue
con fauces abiertas
llena de colmillos
el sueño de una vida
llena de grietas y tormentas
soles y desnudas tardes
en una playa del Caribe.
las ventanas abiertas
las cortinas bailando con el viento.
las respiraciones.
los volcanes dormidos.
nuestra lava.
en el sitio exacto de la soledad.

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