viernes, 26 de octubre de 2007

Algo sobre el desamor

Despiertas y lo primero que te digo
es que no tiene ningún caso seguir juntos
si cuando follamos no te corres.
Tendrías que buscar otro hombre, uno
que al primer contacto te haga palidecer
de placer. Sabrás quién es cuando tu piel
se erice y pienses en el paraíso, cosa que,
desafortunadamente, no sucede entre nosotros.

No quiero verte triste ni que nada te lastime.
Aunque quiero tocarte, mis manos vuelven
a su vacío original.

Me duele, es cierto, porque me gustaría
que el amor no quedara ahí. Pero siempre
he sido un animal que sólo entiende que
el amor, justamente, surge de eso y llega
hasta ahí. El amor, el amor es hacerte venir,
sin exagerar, desde que te veo, cuando te
penetro, el amor es hacerte sudar y ver
cómo tus gemidos iluminan los días grises
y los brillantes los vuelve un simple
capricho de los astros.

No voy a culparte por no correrte conmigo.
Pero no sé, preciosa, si es bueno que tú y yo,
a pesar de entender que todas las historias
de amor, por indestructibles que sean,
se van al carajo, si a pesar de pasarla
muy chingón y desaparecernos del mundo
cuando nos encontramos; no sé chiquilla,
-tus senos casi más perfectos que tus ojos-,
si debemos continuar.

Podría ser el engaño y eso, me lo has dicho,
no te gusta. Sinceramente daría todo porque
te corrieras en mi verga, quisiera regalarte
el paraíso y ver tus líquidos blancos iluminar
los caminos de la noche.
Pero es patético esto que te digo y más ahora
que escucho los violines de una canción de amor.

Te mordí te chupé te metí mis dedos
te cogí preciosa te la metí toda dura
como un poste, hice todo lo que pude,
hasta que me di cuenta, como el condenado
cuando presiente que ha llegado su hora,
que todo era inútil.

Lo que más deseamos en la vida, muchas veces,
nos será negado. Tú y yo ya teníamos reservado
un final desde el principio. Hermosura,
ángelita del sol, nadie usa las faldas tan cortas
como tú; nadie moja sus sueños como tú.

Llegada nuestra hora, ya nada podemos hacer.
Mejor levantémonos de la cama. El silencio de
la tarde se mezcla entre la ropa y el cielo está
armado de presagios. Caminemos por la playa,
mojemos juntos nuestros pies; cuando caiga el sol,
nos abrazaremos.

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