lunes, 3 de marzo de 2014

la belleza de prestar un libro

me puso el libro en las manos y me dijo
es uno de mis libros favoritos.
un montón de estudiantes apurados 
pasaban por los pasillos 
para llegar a clase.
en aquel edificio donde incluso habían
irrumpido soldados y policías
para la violación masiva de puertas y libros. 
sus ojos tenían la sabia tristeza de ciertas 
banderas sucias y mojadas
en un amanecer junto a los muelles.
hablaba con el acento del cálido viento del sur, 
tejido con la claridad de las primaveras.
te va a abrir la perspectiva, te va a cambiar 
tu vida, me dijo, 
y yo creí en sus palabras
como creía en sus senos y en su entrepierna
tan real como la lluvia.
entonces sostenía el libro 
como ahora, tantos desastres después, 
vuelvo a sostenerlo
y vuelvo a oler sus páginas
mientras me pregunto dónde diablos estará ella.
quizá volvió a Chile
o se largó a una playa secreta del sur.
y pienso en la frase que esa novela de Coetze
me tatuó: el mundo está hecho para los bailarines
y los payasos.
ella tenía razón.

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