para piano
de Mozart, a solas,
en una habitación al este
de una parte de
la vieja Alemania
del este.
la noche no tiene
preguntas.
preguntas.
sólo certezas -dos-
y frío.
hace unos minutos
sentí la presencia
de la muerte.
hace unos minutos
sentí la presencia
de la muerte.
el vértigo inevitable.
tarde o temprano
desapareceremos.
lo sé.
así que escucho este
concierto,
esta noche,
con dos claras y definitivas
certezas.
la primera: sea donde
sea (Europa,
América o
la galaxia más lejana
del universo), lenta
o
o
apresuradamente,
da igual,
da igual,
me dirijo a mi muerte
con la alegría
de haber compartido
la vida contigo,
de haber compartido
la vida contigo,
más de una vez.
y la segunda:
la arriesgada
y cristalina
perfección de
la música de Mozart
la arriesgada
y cristalina
perfección de
la música de Mozart
hace sentirme
que no estoy solo.
que no estoy solo.
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