jueves, 18 de septiembre de 2014

sólo una noche

ella se sienta a mi lado y me ignora por completo.
no sabe quién soy ni que la miro.
no le importa.
observo sus movimientos
como un niño observa el vuelo de las gaviotas
o la furia de un río que corre desesperado
a precipitarse en una cascada.
la miro, casi sin respirar,
sus manos acomodando su cabello,
cuando se mira el escote por alguna razón
que me gustaría saber.
cuando su mirada sale por la ventana
y cruza la luz de la tarde,
a través de la dura lentitud del otoño
y quizá se va a los cielos y ciertas calles de su ciudad.
sus ojos son color de madera o de caballo
que corre por una verde colina
y sus mejillas, a veces, son presa de ese
estúpido mecanismo del pudor,
y por dentro parecen derramar la sangre
de algún animal del bosque.
sólo una noche con ella, pienso cuando ella
no sabe que la miro y que he soñado
con sus labios y sus piernas. ni le importa.
lo único triste es su marido,
que seguramente ha dejado de verla como yo.

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