I
siempre termino por
arruinarlo todo,
mi boceto, mi rostro,
los huesos, la lámpara
rota del cuarto, ese radical
sentimiento
atravesando mi hígado,
me voy de hocico
sólo me acicalo y me
boicoteo y después
no sé cómo
empezar, seguir; me arranco
lo curtido, la canción.
me hago roca para tropezarme.
me escupo sin darme cuenta,
como un tonto, ciego,
me escupo.
sin embargo
tú te quedas quieta,
mirándome.
no dices nada.
no es necesario
decir nada.
el terrible sonido
del refrigerado
se vuelve navaja y corta,
su constante sonido
marca el paso
del tiempo, y no logro
salir del callejón
en el que enterré
este delirio, mi silencio.
II
detestas que hable
de otras mujeres,
no importa si estoy borracho
o crudo o sobrio, detestas
que hable de cualquier mujer
que se haya orinado
en mi vida, hace mucho
que me haya
regalado
luminosas historias húmedas
a mí, este pobre borracho que
se vomita en su soberbia
que no puede aniquilarla.
tampoco soportas
ese poema invisible
sobre la mujer que
inventé cuando
estaba solo.
III
la noche circula
por el departamento
como una cabra
que se encamina
al matadero,
el libro sagrado
se quema en la estufa
el paso del tiempo
en ese sonido
del refrigerador
parece burlarse
de nosotros.
viernes, 11 de enero de 2008
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