y no fue por hambre.
la escena fue tan rápida
como el latido de un mosquito.
el breve reptil caminaba por la luz
de la tarde, y mi perro le vio
cómo lento se movía.
se acercó cauteloso, intentó olerle
y la iguana, naturalmente,
se puso a la defensiva.
entonces mi perro con la pata
la detuvo
y la iguana le tiró un navajazo.
pero no tuvo tiempo.
y antes de que lograra escapar
y perderse entre las piedras,
mi perro ágil
y veloz
la atrapó con sus filosos colmillos.
la iguana murió en el acto.
mi perro la soltó
la olió,
vio que no se movía.
la cogió con su hocico,
y salió tan campante de la escena,
perdiéndose en los patios
de la vecindad.
en un momento sentí pena
por la iguana,
pero qué podía hacer.
eso es la vida.
hay perros y hay iguanas
y sujetos que les miran.
y la tarde siguió húmeda y solitaria.
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