martes, 26 de mayo de 2015

mi madre y yo escuchamos a Beethoven

sentados en las bancas de la esquina
superior
de la sala de conciertos de Berlín
mi madre y yo
nos disponemos a escuchar
la missa solemnis de Beethoven
el día ha sido estupendo
algo de los cielos calurosos alemanes
nos han acompañado desde la mañana
sus jardines
sus ríos
sus viejos edificios
la dolorosa presencia de su duelo
el perfume secreto de sus mujeres
la belleza y la tristeza
en todas partes
la orquesta el coro las voces
se acomodan
es impresionante
qué belleza
no puedo creerlo, dice mi madre
Helmuth Rilling sale al escenario
saluda
todos se ponen de pie
mi madre me aprieta la mano
y sonríe
tan ella
tan sabia
su amor y su paz son infinitos
pienso
y sólo por ese instante
existe este poema

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