sábado, 10 de agosto de 2013

noches desesperadamente perfectas

esperaba mi trago
en la barra
la gente iba y venía
como vacas
que salen a pastar
cuando entró ella
una mujer que años atrás
había pasado conmigo
un par de noches
al borde del terror
nos habíamos arrojado
al precipicio
sin importar los resultados
ni las estadísticas
cogimos
y bebimos
y nos drogamos
en un cuarto sucio
y caluroso
frente al mar
sin restricciones
ni culpas.
fueron dos noches
desesperadamente
perfectas
dictadas por la lujuria
y música de Paganini
y Sibelius
a todo volumen.
la reconocí de inmediato
y ella me vio
y vi en sus ojos el fuego
pero esta vez dudó
y no dijimos nada.
iba acompañada
de la mano
de un tipo
con tatuajes
y gorra de beisbolista
y su acompañante
me saludó
muy amables me dijo
salud y sonrío
como si a cualquiera
le interesara su sonrisa
y saludarle.
sólo moví la cara
y esperé
encontrarme
otra vez
con los ojos de aquella
mujer indiferente
pero ni siquiera me miró
de reojo ni dijo
nada.
yo tampoco dije nada.
no tenía sentido
así que sólo la miré
y recordé su cuerpo
entre mis manos
como una sandía jugosa
y sus gritos de placer
y las largas líneas de coca
inhaladas en su vientre.
una o dos noches
nos bastaron
para hacer de la vida
un hallazgo memorable.
ella me ofreció
el paisaje más oscuro
de su corazón.
fue suficiente y perfecto.
le di un trago a mi whisky
y seguí con la gente
en su ir y venir
y su pastar el vacío,
habitando mi silencio.

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