jueves, 12 de diciembre de 2013

algunas canciones todavía infectadas

no sé cuándo me perdí, aunque a veces
creo reconocerme, en una barra
donde el trago se evapora como un sueño,
o en una película del siglo XX
con un héroe insobornablemente derrotado.
entre multitudes que se dirigen al precipicio
de su historia, con camisa negra.

hay música, algunas canciones donde persisten
las huellas del hambre que me dio coraje
para lanzarme a robar la eternidad de un beso,
la postal de una mujer que no creía en dios
y sin embargo se entregó definitivamente.
el abrazo de un amigo puesto en libertad
tras alterar el orden público.
hay algunas canciones todavía infectadas
con el aroma de mi visceral adolescencia,
inspiradas por la vieja luz de mi vagancia.
en mis manos quedan las huellas del coraje
que me impulsó a levantarte la falda
y bajarte las bragas frente a tu marido.

entre algunos libros puedo distinguir los atardeceres
que le dieron sentido al suicidio de mis días,
noches infinitamente hermosas
donde pude comprender la única razón
de un cuerpo y otro cuerpo entre cientos de palabras
innecesarias, cuerpos desnudos como una sinfonía
o como un puto paisaje del romanticismo tardío
a la deriva de los lobos y los laberintos de la ciudad.

no sé si alguna vez me perdí, ni me interesa saberlo.
eso ya no importa.
no me interesa saber si todo fue verdad.
al final nada es cierto. ni tú ni yo
ni el grano de arena en una playa entera,
ni el sabor del mezcal meciéndose en cuatro labios
ni el diente de león soplado por el misterio
de la lúcida embriaguez.
surgen los poemas insoportables y plañideros
aptos para corazones incendiados.

no distingo las fronteras
ni lo que está bien de lo que está mal.
mi instinto sólo reconoce las ganas infernales
de no largarse de tu cuerpo. mi sangre sabe
de los daños y las pérdidas irreparables de la vida.

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