cada página
en blanco es un poco de nuestras tardes
un espejo
desnudo donde nuestros nombres reconocen su fuego
la
oportunidad de perderse en algún paisaje jamás visto ni escrito
el
tembloroso presagio de una desgarrada dedicatoria
cada hombre
es una página en blanco, la primera, la tercera, la última,
cada
palabra suya se estampa en sus pliegues y lentamente
tras el
paso de las estaciones se borra el pulso de su tinta
como el
recuerdo de un día soleado, como los recuerdos de días perfectos
que al paso
del tiempo sólo parecen sueños
los ojos
beben la similitud de su ecuación en esas páginas
las voces
coinciden con los silencios de sus ciudades dormidas
los labios
vuelven a probar la nostalgia de un sueño que no se alcanza
cada página
en blanco es la posibilidad de volver a nacer otro,
otros, pero
a cadena perpetua el mismo
cada página
en blanco es el puerto que nos espera para llegar a nuestra tumba
subir al barco
donde se comparten las habitaciones con la ausencia
y la semilla de la incertidumbre florece oscuridad perfecta
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