si hubiéramos tenido tiempo aquella
mañana.
tú querías largarte con tu amigo.
dijiste: “siempre le he traído
ganas”.
te bastaba con una sola noche a su
lado.
y lo intentaste.
sin saber qué decir, cómo callar el
silencio
de la carne y el deseo, aquel
verano.
nuestro secreto fueron besos dulces,
frenéticas caricias en tu cama
matrimonial.
ahora que te evoco, a mi lado una
cerveza,
pienso en tus juegos lívidos y
tiernos.
en tus pocas palabras que decían
lo único que al deseo le interesa.
ahora hace frío.
aquel amanecer en tu ciudad, sin
dormir,
después de no sé cuántas putas
rayas,
las botellas vacías, el sudor,
los besos agotados en tu cuerpo.
tú y tu cuerpo.
porque te habías largado con tu
amigo la noche
anterior, lo intentaste, me
dijiste,
con una luminosa y despiadada
sonrisa en tu sonrisa, y te besé.
hasta el cansancio.
tú y yo nunca seremos la noticia de
nada.
sólo nuestro secreto es perfecto.
un mundo, otro mundo, nuestro
mundo.
la inmediatez de aquel amanecer
inoportuno. duro y necesario.
a nadie ha sido dado detener
el tiempo ni el destino de los hombres.
a quién le importa.
a quién le importa.
quería estar junto a ti, la
desnudez de tu cuerpo,
el canto de los pájaros al
amanecer.
la traición es tan nuestra como el mar.
la traición es tan nuestra como el mar.
en este instante faltas.
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