te llamé por teléfono una y otra y otra
vez. tu voz en la máquina contestadora
siempre la misma
era fría como las casetas y el invierno.
dejé recados, cientos.
y a pesar del duro latido de la esperanza,
muy en el fondo, algo me decía que jamás
volvería a saber de ti.
en la distancia que nos ofrece el destino
alimentado por el azar, entiendo ahora
algo de esos años maravillosos,
aquella desesperación salvaje
inyectada de noches de exceso y soledad,
las ganas enfermizas de abrazarte.
miércoles, 9 de enero de 2013
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