martes, 7 de mayo de 2013

los restos del día

para algunos el atardecer sonríe
mientras beben vinos
al calor de amigos
y música fresa.
para otros el atardecer es escapar
de los coyotes,
de la sed,
de las balas del desierto.

para algunos el atardecer es sembrar
un árbol en el jardín
de una calle abandonada,
regar las plantas del balcón,
tomar café y conversar
en una plaza recién mojada
por las nubes.
para otros el atardecer es soledad
absoluta mientras
se fuma y se piensa
en los errores y en los fracasos.
en la dulce posibilidad del suicidio.

para algunos el atardecer es telenovela
y melodrama,
concurso, carta, caricia necesaria.
para otros es la hora de afinar
los últimos detalles,
mirar una vez más el mapa,
repetir de memoria las instrucciones.
rezar por la salud del próximo atentado.

para algunos el atardecer es un hotel
de paso,
bajar el cierre de la falda,
pasar la mano por las medias
mientras los tacones se entierran
en la alfombra.
para otros el atardecer es mirar
desde la banca del odio
la lenta destrucción de la ciudad.

encuentros y pérdidas.

hora de llamar al díler.
perros vagando.
añoranzas.
refugiarse en la cantina.
atropellos.
sonrisas en la lluvia.
ventanas rotas.
hambre.

un concierto.
una película.
un libro.

miles de millones de parvadas
acribillando con su instinto
esos soles
que se nos mueren.

al rededor de siete mil millones
de atardeceres
escurriéndose
entre los dedos tóxicos
de los precipicios.

para mí, el atardecer es tu cuerpo
desnudo,
tus palabras pidiéndome otra vez
que te penetre.
tu sonrisa entre los restos
de la luz.

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