domingo, 5 de mayo de 2013

la piltrafa que acaricias con ternura

intento hacer algo interesante de mi vida,
pero siempre llego tarde.
he intentado mil planes, pero me pierdo
en excesos y ganas de más.
he querido cruzar la ciudad sin rayar 
las paredes, sin romper vasos
ni ventanas, sin partirle la madre
a la puta necesidad. 
he intentado renunciar a los placeres.
pero estás demasiado buena.
intenté acabar con los dragones
que tenían secuestrada a mi vecina.
cuando por fin la rescaté, no cumplí.
he planeado viajes al final de la luna,
viajes por el Pacífico mexicano,
con una mujer que me creyó capaz
de morir por ella.
siempre hago promesas sin pensar
las consecuencias.
he tratado de hacer las cosas lo más
honestamente posible.
neta. no robar. no juzgar.
no vomitarme en los escritores.
no escupirle a los políticos ni a los que
hablan de política.
siempre me digo “ahora sí, mantendré
el equilibrio, la calma, seré
razonable y respetuoso”,
y a los pocos tragos valgo verga.
intento no odiar. trato de entender
la simpatía, la idiotez,
la pinchísima simpatía de los felices.
la felicidad que produce la tecnología.
los planes a futuro.
he procurado no orinarme
en los predicadores,
en los que insisten en salvar el mundo.
sofoco mis ganas de matar.
trato de no abandonar a mis amigos,
de no traicionarlos.
de no dejar a mi mujer por otra mujer.
de no mentirle a mis hijos. 
de no follarme a la vieja de mi primo.
de comportarme frente a tu escote. 
bajo tu falda.
he intentado no drogarme más.
no emborracharme más.
-más de la cuenta, digo-
he intentado ser respetuoso.
responsable.
no engancharme. 
ser un hombre común.
pero no lo consigo.
todo me resulta de una hipocresía
insoportable.
siempre quemo las naves.

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