sábado, 1 de junio de 2013

hace mucho no veo las estrellas

despierto en la calle sin comprender nada.
la lluvia en la jeta.
en la mirada habita el asfalto,
las llantas de un coche,
mapas de aceite, colillas, escupitajos.

asco y dolor de cabeza.
insoportables.
el sabor de la boca podría ser
el sabor del alma:
deshuesadero con miles de coches
olvidados (coches que son
miles de historias a la sombra de
miles de nombres también olvidados).

no sé dónde estoy. confundido
me arrastro hasta un techo.
miro la calle,
las flores de la casa de enfrente:
violetas, jazmines y una gran ceiba.

la lluvia se vuelve tormenta.
el verano está cerca.

intento recordar. comprender.
estaba con una mujer.
tenía una familia.
un trabajo.
mi padre me enseñó a nadar.
mi madre me cantaba y me abrazaba
para consolarme.
jugaba fútbol con mis primos.
me gustaba correr en el campo.
alcanzar las colinas.
tuviste una infancia feliz.

busco un cigarrillo en las bolsas.
encuentro un pedazo.
me quedan unos cerillos.
lo enciendo.
recobro la calma y miro cómo la lluvia
y el viento parecen ensañarse
con árboles y flores.
la tierra resiste.

se forman arroyos en el asfalto.
y veo los barquitos de papel
donde tantas veces me monté
para ir a conquistar el universo.

hace mucho no veo las estrellas,
pienso,
como si tocara mi mano.
y me doy cuenta.

he corrido con suerte
de que no me llevara la policía.

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