miércoles, 14 de enero de 2015

ensayo para dos movimientos de un día ordinario de invierno

I
hoy anduve en bicicleta hasta mi clase de alemán
el frío me pegaba en la cara
eran cerca de las cinco de la tarde y el sol
ya se había puesto
pero todavía alcanzaban a verse algunas gaviotas
y algunas palomas sobrevolando el atardecer
frío y oscuro de Rostock
palomas y gaviotas que han aprendido a sobrevivir
a temporales bajo cero
sin necesidad de otro abrigo más que su plumaje
los edificios de la ciudad ya habían prendido sus luces
y por la avenida Am Strande,
junto al Warnow, iban y venían los coches
con sus faros igualmente encendidos
la misma escena lleva ocurriendo
varios años y seguramente
así continuará muchos más aunque modelos
y conductores no sean los mismos

II
pero antes de esto pasé el día leyendo y escribiendo
tratando de cruzar y no caer en los barrancos
del engaño y la desesperación
meditaba algunas cosas cuando observé las nubes
moverse muy rápido, querían escapar
de algún lugar insoportable
eran una manada de caballos salvajes
corriendo excitados por la pradera del invierno
y el sol salió y deslumbró el mediodía
mientras una llovizna parecía celebrar el hallazgo
dejé lo que estaba haciendo
me levanté del escritorio y me asomé a la ventana
los jardines, las paredes de los edificios
totalmente húmedos
y los árboles, sus troncos y sus ramas sin hojas
brillaba el vivísimo misterio del silencio
y me quedé un rato así, contemplando la vida

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