jueves, 1 de enero de 2015

junto al río Warnow

hace cuatro grados y camino por el puerto.
una de las zonas de restaurantes de la ciudad.
huele a pólvora pero no a sangre.
algunos meseros y trabajadores con bolsas negras
levantan los restos de la fiesta de año nuevo.
y pienso en esas otras bolsas negras
las que han sido utilizadas para levantar cadáveres.
vivimos en un mundo despiadado y hermoso.
algunas personas pasan trotando, ataviados
en sus ropas especiales para hacer deporte,
concentrados. mujeres bellas de rostros serios
y limitados. otros van en bicicleta. otros,
simplemente pasean, abrigados. tomados de la mano.
hay un buque de carga anclado junto al muelle.
pienso en los buques de guerra y en los buques
que han logrado llevar miles de kilos de coca.
ahora, esta ciudad parece semidormida, 
aunque hay movimiento de autos y el servicio 
de transporte público trabaja casi normalmente.
el río Warnow es una serpiente dormida
bajo un cielo gris de nubes rápidas.
un teporocho pasa junto a mí, me dice algo
en alemán y no entiendo.
lleva varias bolsas en las manos, tres o cuatro,
bolsas llenas de botellas de vidrio que cambiará
por monedas en las máquinas de cualquier
supermercado. se detiene, me mira con su fuego
gélido, y vuelve a decirme algo con su alemán
de acento nórdico y de pronto tengo la impresión
de entenderlo y se ríe y me río. después se va,
buscando más botellas, agitando un poco los brazos,
haciendo sonar las botellas, hablando en voz alta.
pienso en la libertad.

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