sentado en el
café, recordé el sueño,
su rostro en la
penumbra
de la desconocida
habitación
cuando estamos
dormidos.
hay sucesos que
ocurren y jamás
podremos
aclararlos,
pero él estaba
ahí, claro y tranquilo,
sonriente entre
los otros.
entonces recordaba
que había muerto,
lo miré
sorprendido,
me daba gusto
verlo con nosotros,
entre tabaco,
música,
cervezas,
cotorreando como siempre.
“qué onda”, le preguntaba,
“cómo fue que de
pronto te moriste,
cómo que así nomás”.
él reía y movía la
cabeza.
“sí, muy loco, muy
loco”,
decía y empinaba su
cerveza.
y agregó: "pero a ti
todavía te falta mucho, mucho".
me despertó la alarma del teléfono,
me quedé un rato en cama,
con una sensación
de imperturbable
invierno en lo
callado.
pensé en lo que
tenía que hacer
en lo que no había
hecho.
en los minutos
quietos todavía
de los días
futuros.
me estiré y sentí
el peso de la rutina
inyectarse en mi
cuerpo.
me bañé y salí. un sol resplandeciente
iluminaba el blanco
paisaje del domingo bajo cero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario