la nieve está
cubierta de huellas pasajeras,
y nosotros ya no
tenemos tiempo.
esas huellas
llegaron
de algún instante
roto por las manos del día
o de la noche.
insalvables
siluetas del destino,
ancladas a la nieve
como los barcos del sueño
han pasado los
meses y los años futuros
a los que tantas
veces recurrimos
en una habitación iluminada
por el pequeño
fuego del tabaco
están aquí,
callados, acechantes
mirándome a los
ojos, cuestionándome
por el origen. no tengo
respuestas,
y no sé por qué,
pienso mientras miro
cómo la nieve cubre
la ciudad,
la neta es que no
sé por qué chingados
no me he pegado un
tiro.
el día fue del sol
hoy
y nosotros ya no
tenemos tiempo.
¿te suena familiar
esta metáfora?
puede ser más
sencilla que una nube en el cielo
que un nueve entre
el montón de palabras
sin rumbo fijo,
que el viento
entre las ramas que conocen el frío.
hay secretos que
siempre habitaremos
sin molestar a
nadie.
y creo que está
bien así.
sólo la nieve sabe
la importancia del frío,
el silencio
perpetuo de lo blanco
que habita los
secretos y la muerte.
y nada, no sé cómo
hubiera sido distinto.
las palabras son verdes
pero también son
blancas y también abismo.
el día y la nieve,
las huellas
silenciosas del fracaso.
es cierto que
exagero,
pero qué puedo
hacer, ya sabes que así soy yo.
y nosotros ya no
tenemos tiempo.
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