me levanto
temprano y me preparo
para tomar el tren
de madrugada.
los rostros a esa
hora también parecen tristes.
pero me digo: sólo
están cansados.
las oficinas quieren
comerse los destinos
sin sentido, insípidos,
aburridos,
esos cuerpos
bañados, arreglados,
que viajan en el
tren de madrugada y hora pico.
las inquietudes
más tarde serán olvidadas
los sueños ya no
existen.
atentos a pequeños
aparatos
o en silencio y
pensando en que la vida, quizá,
les tiene
reservada una estupenda alegría.
camino a la cocina
y caliento agua
para el mate de
cada mañana, mate amargo.
calculo los
minutos
me detengo un
momento en la ventana
y observo el
resplandor entre los árboles.
la dulce luz del
alba sobre las azoteas
abriéndose camino
entre los restos
de la noche. intensa
y melodiosa,
punzante luz que acecha
el silencios del suicida.
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